Luis María Anson

Canela Fina | José María Pemán

La izquierda española tiene una deuda impagable con José María Pemán, escribió Alfonso Sastre

José María Pemán fue el mejor articulista de la historia del Periodismo español, Umbral dixit. Fue el mejor orador del siglo XX. Fue un dramaturgo robustecido por los éxitos. Fue un poeta no desdeñable. Fue un ensayista de pensamiento profundo, inmensa cultura, tenaz objetividad. Escritor incansable, su obra no puede pesarse con la balanza de precisión, sino con la romana de la fecundidad. Alfonso Sastre afirmó en ABC que la izquierda española tenía con Pemán una deuda impagable. Alberti no toleraba que se le denostara. En una ocasión en que creyó morir quiso ver por última vez la arboleda perdida. Desde su exilio en el Trastévere llamó a Pemán, que removió Roma con Santiago hasta conseguir que la atroz dictadura de Franco permitiera el viaje enmascarado de Alberti a Cádiz. Superó la enfermedad el poeta comunista y cuando regresó a Madrid, muerto el dictador, restaurada la Monarquía de todos, lo primero que hizo fue llamar a Pemán. Todo un gesto.

Nombrado por sus compañeros director de la Real Academia Española, Pemán hizo infinidad de gestiones para restablecer en la dirección a Menéndez Pidal, al que Franco había maltratado. Y en 1968 acompañó a Don Juan III en la visita que el Rey de derecho en el exilio hizo a Don Ramón en su chalecito madrileño, cuando el autor de Origen del español estaba en silla de ruedas. Asistí yo a aquel encuentro que fue conmovedor.

Presidió Pemán el Consejo Privado de Don Juan hasta su extinción. Se enfrentó en infinidad de ocasiones a Franco, que distinguía al Conde de Barcelona con un odio africano.

Ahora un alcalde grotesco ha ofendido de forma miserable a Pemán en su ciudad natal y, aunque tarde, me quiero sumar a todos los que han repudiado el rencor de Kichi, sin bien no ofende el que quiere, sino el que puede. Y Pemán está en la Historia de España y en su literatura. «Así quiero yo ser, como este olivo, pródigo hasta morir», escribió. Y murió como Cervantes, con la pluma entre los dedos. «Qué poco de mi ser toca esta tarde la tierra seca y dura –hubiera escrito Pemán ante la tropelía del alcalde gaditano–. Todo yo soy un afán inmenso de infinito».

Luis María Anson de la Real Academia Española