Aeropuerto de El Prat

Londres y París, pero no Barcelona

El rechazo a la ampliación de El Prat es optar por el retroceso frente al progreso

Père Aragonés, presidente de la Generalitat, ha pisado un charco. Podría salir de ahí, pero también puede meterse en otro, hoy sin ir más lejos, con motivo de la Diada del 11 de septiembre. Felipe González ya explicó en el hormiguero de Antena 3 que «todo el mundo mete la pata alguna vez», pero que lo importante, «es sacarla cuanto antes». Aragonés, siempre con la sombra de Junqueras sobre su cabeza, todavía podría convencer a Pedro Sánchez para que diera marcha atrás y volviera a dar vía libre a la ampliación del aeropuerto del Prat. Sin embargo, nadie lo garantiza. La querencia «indepe» hacia el victimismo goza de buena salud. Además, hay muchas fuerzas que conspiran –sí, conspiran– para impedir que Barcelona tenga un aeropuerto mejor, porque en lugar de progreso y más bienestar optan por el retroceso. Una sociedad menos próspera, más dependiente de ayudas y subsidios, es más maleable. Por eso Ada Colau está en contra de la ampliación del Prat. Lo mismo que la «vice» comunista-podemita Yolanda Díaz. Todo con la excusa ecologista y medioambiental.

Barcelona y Cataluña retroceden, mientras los «indepes» de ERC viven angustiados por tener que compartir Gobierno con Junts. Están más próximos a Colau y Díaz que a las huestes de Puigdemont. Eso es lo que justifica el despropósito –que tendría arreglo todavía– de arremeter contra la ampliación del aeropuerto. Barcelona empieza a dejar de ser la ciudad que asombró al mundo tras los Juegos Olímpicos y que atraía a centenares de miles de turistas que generaban mucho negocio y puestos de trabajo. La ciudad competía con Londres y París como destino turístico europeo La pandemia dió la puntilla a un declive ya iniciado y, ahora, la recuperación, si el Ayuntamiento y la Generalitat no apoyan será imposible y no parecen partidarios. Los empresarios lo han advertido una y otra vez. La última, el jueves a Yolanda Díaz, feliz por el «no» a la ampliación del aeropuerto. Las capitales británica y francesa vuelven a levantar cabeza de los efectos de la pandemia, pero Barcelona no es ni Londres ni Paris.