Tomás Gómez

La boda de Sánchez y Aragonès

Los entornos de Aragonés y Sánchez han manifestado su satisfacción tras la reunión en el Palau. El socialista ha desbrozado el terreno para aprobar los próximos Presupuestos y el independentista ha mostrado la eficacia de la mesa de diálogo logrado arrastrando hasta ella a la fuerza a Sánchez, que no tenía previsto acudir al encuentro. El momento no era apropiado para ninguno de los dos. Aragonés aun no está asentado en la presidencia de la Generalitat y necesita tiempo para convencer al mundo independentista de esa nueva estrategia que ERC denomina la «vía pragmática. Junts no se lo va a poner demasiado fácil. Aunque son parte del gobierno catalán e influyentes en numerosos sectores, no estuvieron en la reunión y apuestan por la desconexión unilateral con el Estado abanderando la línea dura del independentismo.

Lo que subyace no es otra cosa que la lucha por el control de los resortes de poder político y económico en Cataluña que se camufla bajo la apariencia de estrategias diferentes, pero que nadie se engañe, ambos quieren la independencia.

Para Sánchez tampoco era su encuentro favorito. A pesar de los esfuerzos del bueno de Tezanos por asegurar que no peligra su silla en la Moncloa, el entorno presidencial no lo ve claro y sabe que ha habido un desangre de votos por dos causas, los indultos y demás cesiones a los separatistas y el terremoto político que ocasionó la victoria de Díaz Ayuso. Con el asunto catalán en el congelador se evita uno de los dos principales problemas. El otro, el propio PP se lo está quitando de encima con la guerra a cara de perro entre la presidenta madrileña y Casado. La exigencia de Aragonés de que se sentasen en la mesa los dos presidentes tiró al traste los planes iniciales de Sánchez de pasar de puntillas. El catalán lo ha llevado de las orejas pero, a cambio, no se han hecho daño.