Autonomías

Canela fina | ¿Hacia las 17 satrapías?

«Las concesiones excesivas a las Autonomías están fragilizando la capacidad del Ejecutivo para gobernar»

Dictaduras y absolutismos acumulan todos los poderes en manos del dictador. La democracia pluralista plena exige la razonable descentralización administrativa. Pero si el poder central se debilita en exceso, el país se hará ingobernable. Los reinos de taifas, la acumulación excesiva de poderes en manos de los gobernantes de sus provincias, resquebrajaron el califato de Córdoba. Cuando los sátrapas, es decir, los gobernadores de las provincias del antiguo imperio persa, multiplicaron sus poderes, la estructura nacional se fracturó.

Pedro Sánchez, con solo 120 escaños enmascaró su debilidad aliándose con podemitas, comunistas, secesionistas y filoterroristas que se le han subido a las barbas y recortan hasta la náusea los poderes imprescindibles del Gobierno central, incluso los que garantizan que España conserve su unidad territorial y que Madrid mantenga su capacidad para gobernar. Todas las Autonomías, en mayor o menor proporción, se están comiendo a bocados la tarta del poder central. Caminamos hacia 17 satrapías, hacia 17 republiquetas de taifas, desbordado ya el pobre Sánchez e incapaz de mantener una estructura sólida del Estado. Ahora se muestra dispuesto a distribuir edificios y contenidos estatales entre las Autonomías que devoran el poder central. España se está haciendo ingobernable porque no puede soportar los tirones autonómicos de los taifas que se esfuerzan por arrancar a Sánchez, semana tras semana, mayores cuotas de poder.

La unidad de España, aparte el servicio que todavía supone la presencia del Rey y la seriedad del Ejército, reside ya en la Administración de Justicia. Por eso los que aspiran a robustecer un autonomismo confederal, y convertirse en sátrapas, plantean el establecimiento de una Justicia autonómica y, por supuesto, la aniquilación de la presencia del Rey. En lugar de enfrentarse, no con las autonomías, sino con sus excesos, Pedro Sánchez, desde la alarmante debilidad que lo zarandea, ha puesto en marcha la caravana de las concesiones incesantes, con el fin de mantenerse unos años más en la silla curul de Moncloa, a costa de dejar una nación malherida entre las fauces de los depredadores de la soberanía nacional. Y encima tuvo el rostro de proclamar en el Congreso del partido, que el PSOE sanchista es socialdemócrata, cuando gobierna aliado con comunistas y podemitas.