Vino
De chatos y alcayatas
Al independentismo le basta que le creen un «algo», lo que sea con tal de clavar en la pared del Estado una alcayata
Hace poco el PNV retiró una proposición para reformar la ley sobre las denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas de ámbito supraautonómico. Esa larga intitulación de la iniciativa quizás no diga gran cosa, sí su finalidad: el vino de Rioja. Se trataba de romper, sin hacerlo, la Denominación de Origen Rioja. Más en concreto crear, dentro de esa denominación, una subdenominación que comprendiese sólo el vino de Rioja alavés, rompiendo así la unidad de la principal zona vitivinícola de España, la más prestigiosa y antigua.
Crear una denominación de origen tiene mucha relevancia. Implica poder. Con esa propuesta se alteraría la competencia entre los productores de la zona vitivinícola de Rioja, los vascos crearían un consejo regulador paralelo que decidiría sobre la gestión del Rioja alavés y adoptaría decisiones de calado económico: sobre su comercialización, calificación de las cosechas, se desvincularía de los límites máximos de producción, sancionaría, etc. La proposición apelaba a su razonabilidad y que no rompería la Denominación de Origen Rioja: sólo se trataba de crear una subdenominación.
Todo sibilino. Seguirían aprovechándose del valor y prestigio que implica la Denominación de Origen Rioja, pero buscando su provecho. Todo muy de manual táctico del independentismo. Cambien Denominación de Origen por España y sale el cuadro: la vinculación a España garantiza el mercado nacional, pertenecer a la Unión Europea y tener a España como garante en tiempos críticos pero, como con la subdenominación, se hace con un régimen de Estado cuasi independiente, de Estado adosado que se aprovecha de España; ni siquiera asociado: eso implicaría un mínimo de lealtad y beneficio mutuo.
Hablo del vino de Rioja como paradigma de cómo actúa el independentismo, tanto si triunfa como si no y tiene que esperar. Ya lo hemos visto consumado en otros ámbitos y que se malicia para la Justicia; una estrategia coincidente con el federalismo de Zapatero, muñidor del actual momento político, un personaje que prosigue su labor interrumpida por la dichosa crisis económica. Impulsó así el Estatuto de Cataluña, un texto con vocación de Constitución de un futuro estado catalán y que fue el producto ofertado al País Vasco.
El modelo zapateril de Justicia pasaba por romper la unidad del Poder Judicial. Pensaba crear unos Consejos territoriales que, poco a poco, vaciasen de competencias al Consejo General del Poder Judicial. Y echando mano del manual nacionalista, ya destapado en independentista, se apelaría al habitual «no pasa nada», es algo «simbólico», el Consejo General «seguiría gobernando» etc. Pero como con el vino de Rioja, basta dar un pequeño paso para iniciar el resquebrajamiento de una parcela del Estado, de la economía, de la convivencia o de todo lo que huela a unidad, a España.
Al independentismo le ha salido mal lo del vino, pero es corredor de fondo. Ahora ha reculado ante la oposición del sector vitivinícola al que más le vale desconfiar: el asunto viene de lejos y se pospone a un «debate sereno», lo que invita a ponerse en lo peor. Con todo, el País Vasco ha obtenido y sigue obteniendo otros logros, ahora en los próximos presupuestos generales, por ejemplo, a costa de los funcionarios municipales de habilitación nacional. También en la Justicia los planes zapateriles los frustró el Tribunal Constitucional, pero la nueva composición de ese tribunal –que se consumará el año que viene– presagia futuras «relecturas» de la Constitución, una táctica muy querida como sucedáneo de modificación.
Al independentismo le basta que le creen un «algo», lo que sea con tal de clavar en la pared del Estado una alcayata. Una vez clavada irá colgando una bufanda, luego –por qué no– un sombrero y una camisa –apenas pesa–, luego la reforzará –no pasa nada– porque, ya puestos, que se puedan colgar abrigos, bolsos. Y cuando nos demos cuenta, habrá montado un armario empotrado con vocación de habitación independiente. Allí meterán a sus jueces, fiscales, etc. No tiene prisas, a Cataluña, por ejemplo, le basta con que los jueces o no vayan o se vayan, ya llenará las vacantes con sus suplentes. El caso es que puedan clavar una alcayata. O como con el Rioja: de momento basta con un «debate sereno» un amigable chateo y chato a chato hasta la independencia vinícola.
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