El desafío independentista

Juanito

Hay dos caminos para hundir un idioma: intentar prohibirlo (Franco) o querer imponerlo por mandato (Pujol). Juanito salvaba nuestro catalán (el de todos), Rufián acaba con él

Así le llaman sus íntimos de fuera de Cataluña: Juanito. Este año, Joan Manel Serrat anuncia su retirada de los escenarios después de una carrera de más de medio siglo. Lo hace justo en el momento en que el gobierno de la región donde él y yo nacimos quiere desplazar del sistema educativo una de las dos lenguas en las que los catalanes nos hemos expresado indistintamente desde siglos.

El bilingüismo, en el mundo uniformado por Google, es una joya. Juanito lo ha demostrado escribiendo canciones exquisitas, vibrantes, insuperables, en cualquiera de nuestros dos idiomas.

Frente al fascismo monolingüista, Juanito demostraba que se puede beber de Machado, de Brel, de los más grandes, y mezclarlo todo indistintamente en catalán y castellano. Lo hacía porque en sus canciones introducía con naturalidad la verdad. Tanta, que en «Conillet de vellut», una de sus clásicas en catalán, difundía en un verso su verdadero número de teléfono particular, algo impensable en nuestros días. A causa de ese desparpajo, en los núcleos rurales supremacistas se intentó expulsarlo de la catalanidad, pero nunca lo consiguieron en los núcleos urbanos. Yo tuve ocasión de dar clase de literatura en el instituto del barrio de Poble Sec donde él había estudiado y aún se veneraba su recuerdo. Se enseñaban, con un respeto laico pero monumental, los lugares por donde había pasado el artista aún vivo.

El bilingüismo de nuestra región es un bilingüismo light, porque el catalán y el castellano se parecen demasiado como para no entenderlos con facilidad. Tienen la misma distancia que dos dialectos italianos porque, en el fondo, todos hablamos latín macarrónico. Solo a un totalitario se le podría ocurrir obligar al resto de la población a hablar la lengua que él habla en casa.

Hay dos caminos para hundir un idioma: intentar prohibirlo (Franco) o querer imponerlo por mandato (Pujol). Juanito salvaba nuestro catalán (el de todos), Rufián acaba con él.