Pere Aragonès
Nene, caca
En la controversia sobre los idiomas maternos que los catalanes vamos a poder o no usar en la escuela, lo único que se le ha ocurrido decir es que la escuela catalana no se toca
El presidente regional Pere Aragonés, ese formidable Hércules en patinete del que disfrutamos los catalanes, me inquieta. En la controversia sobre los idiomas maternos que los catalanes vamos a poder o no usar en la escuela, lo único que se le ha ocurrido decir es que la escuela catalana no se toca. La verdad, uno esperaba un mensaje más asertivo, más desinflamador, de mayor profundidad de futuro sobre la polémica. Si es verdad –tal como él sostiene– que todo el conflicto se reduce a dos tuits sin importancia de un rústico descerebrado y que aquí no hay problemas de convivencia, entonces ¿a qué, con los suspensorios de Hércules aún puestos, posar de Agustina de Aragón que defiende la lengua a gritos destemplados?
Lo más llamativo para esa defensa es la pobre retórica argumental que usa. No expone ni siquiera unas sumarias causas o precauciones filológicas, sociológicas o culturales. No. Simplemente nos dice a sus administrados que eso no se toca, como le diría a un niño que se mantenga alejado de un enchufe o (cuando crece un poco más) de las zonas erógenas ajenas. Como comprenderá, los contribuyentes catalanes somos mayores de edad, tenemos la cabeza sobre nuestros hombros y no permitimos ningún tipo de paternalismo de tal envergadura a ningún político de los que nosotros precisamente les pagamos el sueldo. Aragonés debe explicar los motivos de su política, sin infantilismos ni paternalismos. Y debe explicar, sobre todo, por qué –si es cierto que toda la coacción se reduce a un par de tuits inaceptables– no salió inmediatamente al paso de ellos para condenarlos con energía públicamente en nombre de todos los catalanes y dar su apoyo a la familia dejando de lado sus diferencias ideológicas.
Quizá Aragonés esté malacostumbrado debido a que la relación con sus votantes siempre se ha desarrollado en la dialéctica de la puerilidad. Pero el resto del censo no aceptamos paternalismos improcedentes, sino que conminamos a explicaciones convincentes.
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