Navidad
La primera Navidad
Lo que sucedió en Belén aquella noche es el acontecimiento más relevante ocurrido en la Tierra
Puede que el monje Dionisio el Exiguo, que vivió en Roma en el siglo VI, se equivocara algo en sus cálculos y el nacimiento de Jesús, que marcó una nueva etapa en la Historia de la humanidad, ocurriera seis u ocho años antes, según algunos estudiosos modernos. Pero eso tiene poca importancia. Lo que sucedió en Belén aquella noche es el acontecimiento más relevante ocurrido en la Tierra si admitimos la encarnación de Dios en un niño recién nacido. Aquello lo cambió todo, aunque nadie diera la asombrosa noticia entonces –sólo unos ángeles se lo comunicaron, por lo visto, a unos pastores– y veintiún siglos después, prevalezca la Navidad laica, con luces neutras en las calles, «papanoeles» vestidos de Coca-Cola, consumo, despilfarro, árboles iluminados y cena familiar con mascarilla. Ni rastro de la primera Navidad.
Lo que pasó en Belén aquella noche lo sabemos por San Lucas. No es difícil imaginarse la escena. José y María llegaron cansados después de la larga caminata desde Nazaret, realizada en varias etapas. Y cuando se acercaban al caserío, María se puso de parto. Lo primero que pensaron fue buscar acomodo en la posada. El mesón, abundante en tierras de Oriente, era un amplio espacio cuadrado a cielo abierto, tapiado, donde se aglomeraban los animales, y unos porches de madera donde se cobijaban los viajeros en unos cuartos diminutos y escasos que se alquilaban a precio de oro. Aquello era un griterío, una baraúnda –como escribe Daniel Rops en «Jesús y su tiempo»– de carros amontonados y un amasijo ruidoso y maloliente entre rebuznos de los burros y agitación de los camellos trabados. A uno le vienen hoy a la cabeza los campamentos de refugiados. En realidad no quedaba sitio, pero aunque hubieran encontrado un rincón donde instalarse, se comprende que José llevara a María a dar a luz lejos de aquel bullicio.
No había tiempo que perder. Lo más probable y lo que indica la tradición más antigua es que se acomodaron en una gruta, que abundan en las colinas de Belén y que servían con frecuencia de establos para el ganado. Y enseguida, sin ayuda alguna, María «trajo al mundo a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre». Lo del asno y el buey procede del evangelio apócrifo de la Navidad, que recuerda un texto de Isaías: «Conoció el buey a su amo, y el asno, el pesebre de su Señor». La presencia del burro, ese humilde animal, en la cueva del Nacimiento parece más que verosímil. Con él habían viajado desde Nazaret. Así fue, más o menos, la primera Nochebuena.
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