Tribunal Constitucional
Una libra de carne
El Tribunal Constitucional debía haber considerado que era usura lo que pretendía el cuñado, pues no le bastaba con una felación de vez en cuando
El Tribunal Constitucional ha fallado en contra de lo que decidió el Dux de Venecia en la obra de Wiliamm Shakespeare. En aquella ficción, Shylock, el judío que reclamaba su porción de carne del deudor, se quedó sin carne y sin fortuna. Era demasiado lo que solicitaba, una libra cercana al corazón. Al Tribunal Constitucional le parece bien que la deuda se pague con sexo oral, unas cuantas felaciones y se termina con la factura. Unas tres por semana para abonar los quince mil euros que una mujer de Palma debía a su cuñado.
Esto abre un capítulo interesante en la jurisprudencia patria pues los de la lista de morosos que publica Hacienda solo tendrían que solicitar abrir la boca si les place –y a los técnicos de la cosa fiscal– ya que el cuerpo forma parte del haber en una balanza contable, tanto que acabaremos pagando el IBI dependiendo de nuestro peso y de la habilidad para el mamoneo. Aun dando por bueno que una felación vale tanto como un cheque al portador, el Tribunal Constitucional debía haber considerado que era usura lo que pretendía el cuñado, pues no le bastaba con una felación de vez en cuando sino que exigía cada vez más, como ciertos bancos en depende qué circunstancias castigadas por la ley. El sexo oral va a cotizar como el bitcoin.
Irene Montero quiere ilegalizar la prostitución, una majadería pues es del todo imposible acabar con la práctica de recibir dinero a cambio de una jodienda, aparte de que ignora que cada cual puede hacer lo que quiera con su cuerpo, y que hay prostituciones, digamos intelectuales, que no están mal vistas por la moral neopuritana de la política. Sin embargo, que los magistrados y magistradas del Tribunal Constitucional no vean en esta manera de pagar un abuso del prestamista es como para hacerse mirar las puñetas antes de que los manden a freirlas. Me pregunto, no obstante, yo y mis cosas, por qué la mujer, a la que defiendo sin conocerla, no se declaró insolvente.
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