CEOE

El «jefe» Garamendi

La guinda es que esté al servicio del Gobierno y de su buena amiga Yolanda Díaz

El caudillismo es uno de los males de la política, pero se extiende a otros niveles de la vida pública y profesional. Es curioso que exista una tendencia irrefrenable hacia fórmulas autoritarias en colegios profesionales, universidades, asociaciones, academias e incluso en algunas empresas cotizadas donde el poder de un directivo que llega a la cúspide tiene escasas cortapisas. Es la idea del mando fuerte frente a conceptos más colegiados de entender la autoridad. Por supuesto, no defiendo un modelo asambleario. Donde resulta más llamativo es en los partidos, porque el presidente o el secretario general mandan y el resto obedece no sea que se queden sin el escaño o el ministerio. En cambio, me resulta sorprendente que Antonio Garamendi, el polémico presidente de la CEOE, sea considerado el «jefe» de los empresarios y lo llamen así en la patronal. Ferrer Salat no lo necesitaba. Durante el tiempo que fui su asesor en el Banco de Europa no recuerdo que fuera otra cosa que Carlos, porque su autoridad y liderazgo no necesitaban ningún añadido artificioso. Fuimos buenos amigos y añoro aquellos tiempos en los que al frente de la CEOE estaba un gran empresario y brillante intelectual como él. Ahora tenemos un directivo que cobra dietas, coloca a los amigotes, alardea de su profesión como gestor de su enorme patrimonio familiar y es el «jefe».

Uno de los periodistas que más respeto y admiro decía el otro día que era el «jefe» de los empresarios. Me permití discrepar, porque no lo es. En todo caso, es un empleado de las territoriales que pagan su «sueldo», que él denomina eufemísticamente dietas. Un empresario jamás debería cobrar por presidir una organización empresarial. Es un contrasentido. Ha convertido la CEOE en un cortijo, supongo que los Garamendi de toda la vida deben disponer de un caserío palaciego, donde hace y deshace a su antojo. Una de sus colaboradoras se quejaba de las filtraciones y lo hacía en los pasillos del «cortijo» a voz en grito. Por lo visto, no es justo que se critique al «jefe» porque siempre tiene la razón. Es normal que exista indignación por la generosa y arbitraria agencia de empleo y concesión de prebendas que ha creado para mayor gloria suya. La guinda es que esté al servicio del Gobierno y de su buena amiga Yolanda Díaz.