Pablo Casado

Harakiri, pero no mucho

Se ha ido Casado y la izquierda ya lo considera un razonable regeneracionista (ayer era trumpista). A Feijóo le ocurrirá lo contrario: ayer era un hombre moderado mañana, un auténtico fascista.

Última Sesión de Control a Pablo Casado en el Congreso de los Diputados.  En conmemoración del 23F en el Congreso de los diputados, Pablo Montesinos lleva los ojos como los agujeros de los disparos de Tejero y, si mira hacia abajo, de las cuencas le caen hilillos de lágrimas de polvo de yeso. A la entrada del Hemiciclo, los últimos fieles escoltan a Casado como la Policía Nacional cuando escoltaba a Curro Romero por el ruedo de Las Ventas con los escudos.

Casado viene a decir las últimas palabras, pero no sé muy bien cuáles son pues no hago más que darle vueltas a mi epitafio y concluyo que lo mejor será dejar dicho que en mi lápida debajo de mi nombre se escriba: “Me opongo”.

Al terminar su discurso, Casado se quita la mascarilla para que le vean el ‘gepeto’ y lo ovacionan durante un minuto y cuatro segundos. Los que más fuerte le aplauden son sus mayores enemigos. Después se va. Solo ha dimitido de líder de la oposición. Se ha hecho el hara-kiri, pero no mucho. “Ahora me piro”, se dice, se levanta y cuando nadie lo espera, se larga. Detrás de él salen Montesinos, Beltrán y Terol entre lo de Gutiérrez Mellado y el barullo de cuando una señora se marea en una conferencia. Pienso en qué pasaría si ahora se levantan todos y se van. ¿Y a dónde van?

Cuando habla Casado, Sánchez lo mira como se mira una naranja, un poco entre el respeto formal que implica la mera observación del objeto y pensar en si en Moncloa hay lentejas con chorizo.

“En lo personal le deseo lo mejor”, le dice Sánchez. El sanchismo es un discurso político que emana de los papelillos que vienen en las galletas de la suerte. Ya no sabe uno si Sánchez es malo o es que es gafe. Rompió Ciudadanos, rompió Podemos, rompió UPN, rompió el PP y el PNV va por ahí que no sabe ni cómo se llama.

Se ha ido Casado. La izquierda ya lo considera un razonable regeneracionista. Ayer era trumpista. A Feijóo le ocurrirá lo contrario: ayer era un hombre moderado mañana, un auténtico fascista.