Guerra en Ucrania

Diplomacia frente a tanques

Civilización frente a barbarie. De momento, gana la barbarie

Bill Clinton fue el primero, quizá el único, en adivinar que Vladimir Putin no era de fiar. En el verano de 2000, Clinton hizo su última visita como presidente a Moscú para conocer al nuevo líder ruso, que acababa de suceder a Boris Yeltsin. El presidente de Estados Unidos le dijo a su amigo Yeltsin que Putin no parecía un «verdadero demócrata». Se quedó corto.

Desde entonces, en sus 22 años de dominio autocrático sobre Rusia, Putin ha despreciado y se ha burlado sucesivamente de los norteamericanos George Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden; de los británicos, Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Theresa May y Boris Johnson; de los franceses, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron (nunca se arrepentirá lo suficiente de haber ido a Moscú, creyendo que podía «gestionar» a Putin). Al canciller alemán Gerhard Schröder directamente lo compró con cargos que todavía conserva en las compañías energéticas rusas. Y a Angela Merkel la regateaba periódicamente. En una de las reuniones que mantuvieron, Putin hizo entrar en la sala a un enorme perro, a sabiendas de que Merkel siente pánico por esos animales, por muy pacíficos que sean. El ex agente del KGB nunca da puntada sin hilo. De los presidentes españoles no se ha burlado tanto, debido a nuestra limitada relevancia internacional. Eso han salido ganando.

Todos los líderes occidentales que se han sucedido en el cargo durante el eterno mandato de Putin han creído que, ellos sí, serían capaces de entenderse con el espía ruso que llegó a presidente. Lo de Bush resultó especialmente patético, cuando después de su primer encuentro dijo candorosamente que «he entendido el alma de Putin». Conmovedor.

Hoy, todos ellos saben que se comportaron con el jefe del Kremlin al modo de Chamberlain con Hitler. No se hizo nada cuando se anexionó Crimea ni cuando, de facto, se quedó con el Dombás. Ahora invade Ucrania y la respuesta consiste en sanciones económicas –sería bueno que esta vez sí sirvieran para algo– y en expulsar a Rusia de Eurovisión. Diplomacia frente a tanques. Civilización frente a barbarie. De momento, gana la barbarie.