Eurovisión

En favor del «dum-dum-dum» de Chanel

Hasta el Ministerio de Igualdad presionó a los autores para que cambiaran la letra de la canción española en Eurovisión por machista, pero en este país las letras de las canciones aún no las dictan los ministerios

Eurovisión consiste en hacer coincidir el gusto musical de países cuyo gusto resulta irreconciliable. Someter una canción española al criterio de un estonio carece de sentido como si un levantino le escogiera las corbatas a uno de San Sebastián. Me gusta Abba y en Suecia me divertía mucho cuando en las fiestas de un hotel en el que solía alojarme actuaban –y lo hacían muy bien– dos tipos gorditos y rubios que vestían chaqueta con dibujo de tigre, de ahí que los apodáramos Los tigres de Karlstadt. Se supone que hay eurofanes que hablan y entienden el mismo idioma, como el euskera batua de la canción europea y con todo, Eurovisión es poner a competir a un jotero con los cantores de Hispalis.

Vengo a escribir en favor de Chanel Terrero –Rubén Amón me apunta que ya podría llamarse Chenel–, y del «dum-dum-dum» y del «sum-sum-sum» y del «lo-lo-lo» y hasta del «pa-pa-pa-pa» de su canción «Slomo» que tanto desprecian en las excelsas alturas de la defensa de la mujer en este país. A Chanel-Tanit-Astarté, diosa de mis Españas, la han puesto verde desde que ganó la candidatura a Rigoberta y a las Tanxugueiras, tan simpáticas hasta que quisieron darle a España con la pandereta y con la teta aquella, una feroz y justiciera teta de la UIP que pretendía restablecer con solemnes tetazos el orden mamario mundial.

Por lo que sea, la victoria de Chanel no sentó bien a Unidas Podemos y a los independentistas que iniciaron una campaña de descrédito hacia nuestra representante que terminó en amenazas y linchamientos varios. A Chanel querían cancelarle la cintura y las cachas, los ojos y la letra de las canciones. Incluso el Ministerio de Igualdad presionó a los autores para que cambiaran la letra por machista pues entendían que ella quería «gustar a los ‘’daddies’'» y de aquí se entendía que seducía a hombres mayores con dinero para obtener vaya usted a saber qué favores. Una película. Yo a Chanel siempre la vi bastante empoderaílla, pero se plantearon que donde decía «daddies» dijera «buddies» –nadie se daría cuenta– y la discográfica se negó pues aquí las letras de las canciones –afortunadamente– no las dictan los ministerios.

Así que nuestros héroes de la canción protesta resultaron ser Chanel –que sí canta y sí baila– en Eurovisión y Manolo Escobar sonando sobre las azoteas del «procés», quién nos lo iba a decir. Llama la atención aunque cada vez menos que sea la izquierda ultraortodoxa la que pretenda ir por ahí cubriendo a las mujeres descocadas, midiendo sus escotes y juzgando en transversales comités si es que se contonea demasiado, si luce carne o va provocando en el público masculino no sé qué reacciones emocionales que podrían no conducirse por el camino de la virtud necesaria del feminismo radical. A ver si es que Chanel se mueve demasiado, o es que gusta demasiado por ser una mujer justamente y si lo pienso, este comentario nunca lo harían de un hombre. Es desconcertante el curso de las ideas políticas por el que la izquierda que quemaba los sujetadores en París venga a sospechar de que una mujer se comporta como una prostituta por mover demasiado las caderas.