Debates electorales
Ideas para el debate
Los debates no se ganan, pero sí se pierden. De ahí la prudencia con la que los participantes suelen afrontarlos
La experiencia dicta que los debates no se ganan, pero sí se pierden. De ahí la prudencia con la que los participantes suelen afrontarlos, lo que suele derivar en un interés más bien escaso. Todo naufraga, con maneras más o menos educadas, en ataques y contraataques previsibles por conocidos y repetidos: aburridos, en una palabra. Es posible, sin embargo, que no esté todo dicho en este asunto y que quien se atreva a proponer ideas que ayuden a comprender la realidad y concebir formas nuevas de contemplar el futuro sea quien se haga con ese puñado de votos decisivos anhelado por todos. Las elecciones andaluzas llegan en un momento crucial en la política española y europea (también mundial), y dejar pasar la oportunidad de que la ciudadanía se asome a la realidad, o a una parte de ella, contribuirá al desapego y el escepticismo –casi el cinismo– con los que esa misma ciudadanía contempla a quienes deberían representarla.
Un primer punto de reflexión podría ser, como se sugirió en algún momento en el primer debate antes de naufragar en los lugares comunes, la naturaleza de la sociedad andaluza y la de su economía. El antiguo equilibrio entre sector primario y turismo ya no sirve. Se trata de inventar fórmulas que propicien el crecimiento en nuevos sectores de servicios, como está ocurriendo en Málaga, o en formas de reindustrialización, sin olvidar la importancia de núcleos de comunicación como el puerto de Algeciras. Estaría bien escuchar a los candidatos a presidir la próxima Junta qué planes concretos tienen al respecto, y cuál es su visión de Andalucía en un mundo en permanente crisis como es el nuestro.
Tampoco estaría de más escuchar cuál es, en su opinión, el encaje de Andalucía en el conjunto de España, y tanto en la cuestión económica como en la institucional. En este punto, el fervor andalucista, tan cultivado en los últimos cuarenta años, tiende a enmascarar los problemas, a los que los andaluces son muy sensibles, como es el enquistamiento nacionalista y antiespañol en zonas muy importantes de España. Eso no debería impedir, sin embargo, que alguien lanzara una reflexión, sin aspavientos ni sobreactuaciones, acerca de una posible reconstrucción de la arquitectura institucional del Estado de las Autonomías. Se dirime aquí una cuestión muy profunda, ante la que caben varias alterativas. Estaría bien que no se hurtara el debate a la opinión pública, menos aún con eslóganes caducados.
Un tercer punto crucial deberían ser las cuestiones sociales y culturales en las que os Gobiernos de izquierda han adoptado una línea activista desde 2008. La consecuencia, debida también a la crisis del modelo liberal, suscita debates y reflexiones que deben encontrar un cauce político. Desde la memoria hasta las cuestiones de identidad, sería importante escuchar los argumentos con los que aquellos partidos que no son de izquierda justifican su acción o su inacción, que es otra forma de actuar. El PP es crucial, claro está, pero en este punto, el papel de VOX podría ser de primer orden si no se limita a la simplificación y al gesto testimonial, gratificante en lo inmediato pero con poco futuro en cuanto a la posibilidad de gobernar. No hay justificación alguna para que en el próximo debate no se escuchen, por parte de todos los que están a la derecha del PSOE, ideas y planteamientos consistentes y atractivos para los andaluces y el conjunto de los españoles.
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