Prima de riesgo

Aspirina contra la sangría periférica

«Otra vez, como ya explicó en su día este periódico, la renovada crisis de deuda lastra los diferenciales de los periféricos»

Benjamin Franklin (1706-1790) inventó el pararrayos, fue uno de los «padres fundadores» de los Estados Unidos y ahora su rostro está en los billetes de 100 dólares, los de más valor. Franklin, siempre preocupado por el dinero, advertía de que «los acreedores suelen tener mayor memoria que los deudores». Es cierto. España mira hacia Andalucía, pero Pedro Sánchez –resignado a lo inevitable– y también Mario Draghi están incluso más atentos a Frankfurt, sede del Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde. Juan Manuel Moreno, el líder del PP andaluz, teme que un exceso de confianza de sus votantes le perjudique. Es la última esperanza de los socialistas de Juan Espadas, mientras «la excepción ibérica» de Teresa Ribera para que baje la luz no funciona por ahora y tendrá consecuencias. Al mismo tiempo, en Vox habrían rebajado la exposición pública de Macarena Olona porque acaso asuste demasiado.

Jürgen Habermas decía que «hay una grotesca desproporción entre la influencia de la política europea sobre nuestras vidas y la escasa atención que se le presta en cada país». Las decisiones del BCE son lo que más afecta a la vida diaria de los europeos. Ayer intentó evitar el inicio de otra crisis de deuda, como la de 2012, cuando las primas de riesgo de Italia y España rebasaron los 600 puntos. Llueve sobre mojado: «La renovada crisis de deuda lastra los diferenciales de los periféricos», titulaba en aquella época en LA RAZÓN Borja Carrascosa. Vuelve a ser válido. Los periféricos eran y son Italia, España, Portugal, Grecia, etc, los países del sur, muy endeudados que casi provocan la ruptura del euro. El BCE promete luchar contra «la fragmentación», que significa que las primas de riesgo de los «periféricos» sean mucho más altas que las de Alemania y Francia, por ejemplo. «Nuestro compromiso no tiene límites» sostiene Isabel Schnabel, consejera del BCE que debate cómo atajar el problema y, mientras, anuncia «flexibilización» en la reinversión de bonos. Más deuda, con el problema de la inflación añadido. Síntesis: Un cóctel explosivo y una aspirina contra una gran sangría como remedio dudoso y temporal. Y todo porque los mercados han olido sangre y porque los acreedores tienen mejor memoria que los deudores como sabía Franklin.