Gobierno de España
Sin putas no hay puteros
La Ley Seca sólo abolió los controles administrativos, jamás erradicó la bebida ni el alcoholismo
Franklin Delano Roosevelt ha pasado a la historia por sacar a Estados Unidos del Crack de octubre de 1929, el estallido de la burbuja especulativa que dio paso a la madre de todas las recesiones.
Quien entonces era presidente, el republicano Hoover, no se enteró de nada. La Bolsa de Nueva York se hundió ante sus narices, sin reglas ni control alguno, a merced de la aristocracia financiera de Wall Street. Semanas antes del llamado Jueves Negro (24 de octubre), Hoover descartó crisis alguna y anunció décadas de prosperidad. Claro que para inducirle al error contó con la inestimable ayuda del presidente ejecutivo de JP Morgan, Thomas Lamont, uno de los hombres que manejaba los hilos de Wall Street. “El futuro se presenta brillante” respondió a Hoover el 19 de octubre cuando este le confesó sus temores.
Paro y miseria por doquier sucedieron a un consumismo desenfrenado, tras la borrachera triunfal que aupó Estados Unidos al podio de la nación más poderosa del mundo luego de la victoria en la 1ª Guerra Mundial.
El demócrata Roosevelt dio una paliza electoral a Hoover en 1932, desde su silla de ruedas con su propuesta de New Deal, el sector público como motor de la recuperación económica.
Los años eternos de prosperidad que vaticinó Hoover se tornaron en 20 años de Partido Demócrata en la Casa Blanca.
Se da por hecho que los estadounidenses votaron en masa a Roosevelt por su propuesta económica. Y eso sólo es una verdad a medias. Lo que impactó en los electores americanos fue otra propuesta de calado: acabar con la ley seca. Esto es levantar la prohibición sobre el consumo y comercialización de las bebidas alcohólicas. Roosevelt dio un revolcón antológico a los republicanos. Los americanos siguieron ahogando sus penas en alcohol. Eso sí, ya sin la mediación de mafias.
El Gobierno del PSOE ha decidido impulsar la prohibición de la prostitución con severas penas de cárcel y pecuniarias a los puteros. Y, por supuesto, a los proxenetas o a todo aquel relacionado con el negocio aunque medie consentimiento. Cabe decir que tampoco es una novedad, no son pocos los lugares públicos frecuentados por prostitutas donde se han colgado carteles advirtiendo que los puteros van a ser sancionados. Lo que no ha conllevado que mujer alguna haya dejado de prostituirse. A veces ni de convivir con los carteles que multan a sus clientes. Tal vez todo se haya tornado más furtivo o desplazado a un lugar más discreto. Ojos que no ven corazón que no siente.
Pese a un inevitable escepticismo habrá que dar una oportunidad a la medida del Ejecutivo de Pedro Sánchez apoyada finalmente por Feijóo a pies juntillas. Curiosa coincidencia la de populares y socialistas que andan a palos casi en todo.
Veremos si los resultados acompañan. Es decir, si la prohibición y sanción de cárcel y económica permite erradicar la prostitución sea cual fuere su forma. Esto es, se prohíbe el sexo a cambio de una transacción económica.
Pero por lo pronto surgen dudas razonables. La primera, ¿las mujeres (o hombres) que ejercen la prostitución van a dedicarse a otros menesteres para ganarse la vida?
La segunda, ¿con esa medida se está empujando a los empresarios del llamado sector de alterne a buscarse la vida en otro asunto lucrativo, a burlar la norma con algún ardid o sencillamente a operar clandestinamente?
Contaba en un libro el periodista Enric Calpena, “Memòria de sang”, que según sus cálculos, Barcelona fue en el siglo XIX el mayor burdel de Europa por su carácter metropolitano y de ciudad portuaria. Probablemente Madrid le va a la zaga. Puesto que hoy es más que nunca una metrópoli. Pero ya a principios de siglo XX Barcelona era la tercera ciudad mundial en cantidad de meretrices. Y clientes, por supuesto. Sólo la ciudad sin ley de Marsella y la mastodóntica y pujante Shanghái superaban la capital catalana y su censo de cerca de 10.000 mujeres dedicadas a la prostitución, a menudo para ayudar o salvar la economía familiar.
La Ley Seca en Estados Unidos dio alas a la mafia y a las chapuzas sin control alguno. Y agudizó el ingenio para desarrollar todo tipo de destilados. La Ley Seca sólo abolió los controles administrativos, jamás erradicó la bebida ni el alcoholismo. Cuando el 17 de enero de 1920 se decretó la Ley Seca en realidad se dio el pistoletazo de salida a la peor orgía delincuencial de la historia.
Afortunadamente no estamos en esa tesitura, esto no son los locos años veinte cuando la gente vivió una borrachera especulativa y creyó que era posible enriquecerse comprando y vendiendo acciones.
Lo que no quita la fundada sospecha que la prohibición de la prostitución no sólo no va a acabar con los puteros, ni el puterío, tampoco con la venta del propio cuerpo a cambio de dinero. En cambio puede ocurrir que todo sea más turbio y que sean las prostitutas las que se lleven la peor parte.
Dios no lo quiera. Pero ojito señorías, no sea que sea mucho peor el remedio que la enfermedad.
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