Casa Real

Funeral y mareo de perdiz

Es difícil de igualar el sainete protagonizado esta semana por algunos dirigentes políticos de la izquierda antimonárquica

No cabe ninguna duda de que ya han conseguido su avieso propósito quienes pretendían que este próximo lunes los españoles que se sienten frente al televisor para presenciar el funeral de Isabel II estén casi exclusivamente pendientes de si finalmente han acudido el rey emérito Don Juan Carlos y la Reina Sofía, de dónde se sientan, de si se saludan o cómo lo hacen con su hijo el Rey Felipe VI actual Jefe del Estado y del más mínimo detalle sobre la presencia de quienes acuden a Londres sencillamente para despedir a una muy querida pariente fallecida. Es difícil de igualar el sainete protagonizado esta semana por algunos dirigentes políticos de la izquierda antimonárquica, secundado por una batería mediática siempre ávida de pescar en el caldero del linchamiento a quien tanto debe la democracia española a pesar de sus errores. Un sainete que no ha dudado nuevamente en embarrar el papel de la Corona implicando indirectamente al propio Gobierno a costa de una cuestión respecto a la que los últimos con derecho a marcar la pauta sobre invitaciones familiares y personales son algunos políticos.

Conviene poner cada cosa en su sitio sobre el particular y por lo tanto se puede entender el malestar de Moncloa hace unos meses con los términos de una visita de Don Juan Carlos a Sanxenxo que tal vez pudo llevarse de otra manera, como se entendió en esa ocasión la incomodidad de la propia Casa Real, pero trasladar eso a cualquier movimiento de un ciudadano libre que acude a un funeral a título particular, sencillamente lo que muestra es una voracidad sin límites para poner en un brete a la institución monárquica o más allá, para incomodar a la pieza principal a batir golpeando sobre las posaderas de su antecesor. Don Juan Carlos gracias a estos auspicios de republicanos de mercadillo ha terminado por ser mejor tratado fuera que dentro de nuestras fronteras, lo cual no significa que haya dejado de ser querido por una inmensa cantidad de españoles. El lunes tendrá su sitio en el funeral de su prima Isabel y eso será todo, pero aquí seguiremos llenando tertulias sobre el mareo de perdiz de qué opina o deja de opinar La Moncloa o sobre el tipo de vuelo en el que el emérito haya viajado a Londres. Y el español de a pie mirando su maltrecha cesta de la compra.