Política

Patrimonio

La solución final de Escrivá, centralizar los tributos, resultó ser la macabra respuesta facha queriendo ser más de izquierdas que nunca

Patrimonio Nacional. Las chusquedades de nuestros políticos siempre desembocan en Berlanga, como el gran mar que ha de tragarse toda la porquería que llega del río, que es el morir, etc. El impuesto de Patrimonio los pone a fibrilar, no por el dinero que pueda o no recaudarse, sino porque impuesto y patrimonio, así unidos, es un concepto de izquierdas, como todo lo contrario es de derechas, de manera que, aunque existan gobiernos de izquierdas que lo han suprimido, he ahí los de casi toda Europa, y bien cerca el ejemplo portugués, en la España berlanguiana, impuesto de patrimonio es de izquierdas nos pongamos como nos pongamos.

La solución final de Escrivá, centralizar los tributos, resultó ser la macabra respuesta facha queriendo ser más de izquierdas que nunca. El ministro tuvo la tentación de dar un golpe de Estado y revisar todo el artilugio autonómico, incluidas las leyes forales del País Vasco y Navarra, que es sacar a Franco otra vez en helicóptero de vuelta solo que a Escrivá no lo abucheará nadie cuando lo vean por la calle porque tiene un físico digamos como del montón y apenas le conoce nadie, que para un señor con una cartera tan compleja es una ventaja.

En cualquier caso se ha instalado ya la idea, cierta, de que hay dos modelos y el desempate depende de usted que vota. Por una parte, el que ansía recaudar para luego repartirlo en ayudas o campañas que considere convenientes, el hombre blandengue por ejemplo, ese es Sánchez, y, por otra, los que prefieren que el dinero se quede en la cartera de cada uno y se lo gaste en lo que quiera, como Ayuso, luego Juanma y veremos si después Feijóo porque cuando Montoro mucho hablar de bajar impuestos, pero bajar, bajaron poco, Cristóbal. El pobre Escrivá está quedándose viejo de tanto pensar en las jubilaciones. El impuesto de Patrimonio lo rejuveneció un instante. Creyose en una alambrada, de Nino Bravo, para ser libre y hacer, al fin, lo que le diera la gana. Pero qué pronto se acaba la alegría en la casa del pobre.