Gobierno de España

Más simples y con menos libertad

El Banco Central Europeo (BCE) le ha propinado un rejonazo al Gobierno donde más le duele, porque lo que opine alguien que tiene 414.000 millones en deuda de un país –España– nunca es baladí

Álvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), conde de Romanones, tres veces presidente del Consejo de Ministros, como se decía en la época de la Restauración –hasta la dictadura de Primo de Rivera–, fue todo un personaje que incluso podría haber competido con el mismo Churchill a la hora de pronunciar frases ocurrentes, no por ello sin carga de profundidad. Tratado de forma desigual por la historia –tuvo, claro, luces y sombras, notables en ambos casos–, explicaba que «fórmulas sencillas para resolver problemas complejos, no las conozco». Una declaración de intenciones en las antípodas de los populismos tan en boga en todas partes, y también en España, ahora que Pablo Iglesias insiste en dirigir a su tropa desde la trastienda y Macarena Olona le hace un roto a ese Santiago Abascal que para ella –abogada del Estado– no tiene un pase, mientras Sánchez está convencido que su ofensiva contra Feijóo empieza dar resultados y busca cómo repartir más dinero a sus posibles votantes.

El Banco Central Europeo (BCE) le ha propinado un rejonazo al Gobierno donde más le duele, porque lo que opine alguien que tiene 414.000 millones en deuda de un país –España– nunca es baladí. El Instituto de Estudios Económicos acaba de explicar que España ocupa el puesto 41 del mundo en libertad económica, algo que repercute en los ánimos de los inversores internacionales. Todavía más relevante es el retroceso español en el menos conocido, pero muy influyente y sugerente, Índice de Complejidad Económica (ECI, por sus siglas en inglés), que elabora el Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard. Es una clasificación de países que se construye a partir de cuán diversificada y compleja es su cesta de exportaciones. Determina que los países que albergan más diversidad de conocimientos productivos, en particular «conocimientos especializados complejos», son capaces de producir «una gran diversidad de productos sofisticados». El ECI, en definitiva, es una medida del desarrollo económico. España ocupa el puesto 33 en esa clasificación y ha retrocedido 4 puestos desde 2015 y 12 desde principios de siglo, y ahora figura por detrás de países como Croacia, Filipinas, Tailandia, Malasia y Hungría. Encabeza el ranking Japón, con Suiza y Alemania en segunda y tercera posición, mientras que los Estados Unidos ocupan el lugar número 12. Hay vida más allá de respuestas populistas, como subir impuestos a los bancos, pero no hay fórmulas sencillas para resolver asuntos complejos, como intuyó Romanones.