Ministerio de Igualdad

El nuevo puritanismo

Desde los tiempos del felizmente extinto régimen anterior no se había vivido en España un periodo de mayor control macarthista que el actual, incentivado con pasión desde las esferas del poder

Hubo un tiempo en que lo moderno y progresista era viajar a Perpiñán a ver películas que en España estaban prohibidas por el puritanismo franquista. Hoy, el nuevo puritanismo considera que incluso el tradicional saludo a una mujer con un recatado acercamiento de mejilla a mejilla –que ni siquiera se puede considerar beso– es una muestra del machismo dominante y de la sociedad patriarcal que hay que destruir.

Los tiempos cambian, y las costumbres cambian con los tiempos. Pero hemos entrado en una fase de neopuritanismo desatado, que convierte cualquier actitud o comentario en un ejemplo de machismo rampante, que define como machirulo a quien comete tal «desliz» y que transforma en cómplice a quien pone cara de no escandalizarse.

Desde los tiempos del felizmente extinto régimen anterior no se había vivido en España un periodo de mayor control macarthista que el actual, incentivado con pasión desde las esferas del poder. Aquello que es moralmente admisible lo marcan ahora los ministerios del autodenominado gobiernomasprogresistadelahistoria, igual que en los tiempos oscuros, lo admisible y aquello que no lo era se establecía en el palacio de El Pardo.

Si a alguien se le ocurre preguntar por la ropa interior en un ambiente divertido, las tropas de la nueva moralidad, prietas las filas, cumplirán la orden de destruir al señoro en cuestión, igual que los eficientes censores de la dictadura fijaban cuál era el largo que debía tener la falda y cuánta la generosidad del escote que se podía mostrar en televisión o en el cine. Y ahora, los neocensores han decretado la autocensura.

Será como en esas curiosas señales de tráfico que hay en algunas ciudades de Estados Unidos que, en lugar de mostrar un sencillo «prohibido aparcar», llegan más lejos, en una especie de policía del pensamiento: «don’t even think», ni siquiera se te ocurra pensarlo, con el dibujo de un coche aparcado en la calle.

Ándese el lector con cuidado, no vaya a ser que un día pregunte a alguien cómo está, y esa amable interpelación interrogativa sea interpretada como un admirativo «¡cómo estás!». Acabará usted en la hoguera de la nueva inquisición.