Sociedad

Teorías políticas

El problema del futuro político o social de nuestra especie no vendrá de nuestros instintos animales

En la edición que celebraba el treinta aniversario de su famoso libro «El gen egoísta», Richard Dawkins aprovechó el prólogo para recordar el peligro de los espejismos mentales que se crean vinculando teorías científicas de moda a sucesos políticos que coincidan con ellas en el tiempo. Dawkins recordaba perfectamente todas las interpretaciones erróneas de sesgo social que se habían hecho de sus propuestas, las cuales solo habían pretendido siempre ser de orden estrictamente zoológico y biológico.

Los descubrimientos evolutivos del darwinismo no son aplicables a las ciencias sociales por el simple hecho de que es obvio que los seres humanos hemos demostrado innumerables veces ir en contra de nuestros propios impulsos si con ello conseguimos un beneficio. Los beneficios que los humanos encuentran a su alrededor son de muy diversos órdenes, no únicamente siempre de tipo material. El propio Dawkins ha insistido repetidamente que no debemos derivar nuestros valores morales de meras teorías científicas.

En tiempos de estudios de neuromarketing, de algoritmos, de metadatos y de toda la lista añadida de innumerables «blufs» que nos esperan relacionados con las nuevas tecnologías (desde el metaverso al amor virtual) no vienen nada mal las precisiones de Dawkins. El problema del futuro político o social de nuestra especie no vendrá de nuestros instintos animales. De hecho, toda la Historia de la civilización no es otra cosa que la irresistible y recurrente tentación humana de arbitrar sistemas para canalizar y usar benéficamente esos impulsos. Si fuéramos incapaces de oponernos al mandato biológico no existirían los anticonceptivos.

El peligro para nuestro futuro como colectividad no proviene de nuestro origen animal, sino de que pudiendo comportarnos como humanos nos comportemos como bobaliconas placas de poliuretano que ignoran la lealtad, honestidad, reflexión o sobriedad. Algo tan viejo y sencillo como entender que, si elegimos excitarnos con programas de televisión que exaltan el conflicto y la doblez, es ridículo esperar que haya alguna teoría política que nos valga.