Y volvieron cantando

Albares, diplomacia doméstica

Hoy por hoy sobre el patriotismo diplomático prevalece el patriotismo de partido

Vistos algunos movimientos del máximo responsable de nuestra diplomacia en el gobierno José Manuel Albares surge la duda de si realmente todas sus energías de puertas para afuera están plenamente volcadas en la defensa de los intereses generales del Estado, o si por el contrario una buena parte de ellas se concentra en la defensa de los intereses de una investidura. El de Asuntos Exteriores siempre ha sido un negociado más anclado sobre lo que llamamos «consensos de estado» que concernido por las cuitas de la política más doméstica. De hecho, el propio Albares no ha dudado en numerosas ocasiones en rechazar cualquier declaración relativa a la política nacional ni siquiera como miembro que es del gobierno de Sánchez, en un intento de no descender al fango de lo cercano mientras se camina sobre las aguas de unos enunciados internacionales que suelen ser «lentejas» a preguntas de la prensa.

Esta misma semana, sin ir más lejos, numerosos responsables de exteriores se reunían en Naciones Unidas con el conflicto entre el estado de Israel y el terrorismo de Hamás como referencia y con alguna interesante conclusión a propósito del llamamiento de un alto el fuego humanitario en la zona. No se trata de señalar a nuestro ministro en funciones sobre su no presencia en la citada reunión, que con toda seguridad estaría más que justificada, pero resulta especialmente indicativa la coincidencia con el despliegue de Albares en el Parlamento europeo descendiendo a cuestiones que –estas sí– se corresponden con la política más «mundana» a propósito de las negociaciones PSOE-soberanismo, con un patético intento –otro más– por convencer a los socios europeos para dar oficialidad al catalán y al euskera. Todo ello ante la indiferente mirada del parlamento continental y en un innecesario intento por vender que el de estas lenguas es un caso único sin riesgo de efecto dominó. Me apuntaba un miembro de la cámara europea que llego a recordarle a ese vecino del 5-F siempre inasequible al desaliento acudiendo a las reuniones de la comunidad empeñado en la urgencia de cambiar la pintura a las puertas de los trasteros. Albares es un reconocido valor de nuestra diplomacia, pero su obstinación por cuestiones como esta le delata. Añádase la escasísima comunicación con el líder de la oposición y colegiremos que hoy por hoy sobre el patriotismo diplomático prevalece el patriotismo de partido.