Opinión
Alexa, ¿puedo llorar en el baño de señoras?
En los años 70, el movimiento feminista luchó por separar sexo (biológico) y género (social). Hoy, ¿queremos volver a unirlos?
El Supremo británico acaba de resolver el enigma: mujer es quien nace con vulva. Mientras los jueces debatían cromosómicamente en Londres, yo elevaba la más sentida plegaria a Amazon consciente de que el algoritmo conoce mi ciclo menstrual mejor que mi ginecóloga.
Dicen que el género es un constructo social. Lo que no sabíamos es que ese constructo venía con tornillos de sobra, instrucciones en sueco y una pieza que nadie sabe dónde va. Bienvenidos al test de IKEA para identidades. Imaginemos que el género fuera un mueble para montar en casa, sigues el manual, cisgénero…. El día que IKEA saque la estantería MALM para identidades no binarias, sabremos que el capitalismo ganó la guerra filosófica.
Alexa ya no solo te dice qué tiempo hace, sino también si eres mujer. En efecto, el género se ha convertido en el nuevo horóscopo, solo que en vez de decirte si vas a encontrar el amor, te dice si puedes entrar al vestuario de la izquierda.
En los años 70, el movimiento feminista luchó por separar sexo (biológico) y género (social). Hoy, ¿queremos volver a unirlos?
En el Museo de los Géneros Extintos que visitaré cuando en 2050 vengan mis nietos de excursión a reírse de nuestros credos, hay una sala dedicada a los “heterosexuales vintage”. Allí, tras un cristal antibalas, se exhiben fotos de parejas: Heterosexuales monógamos (2000–2030), creían en el amor y en las servilletas de tela.
En la tienda de souvenirs, podrás comprar tu propio cromosoma Y en 3D. En la sala contigua, un holograma de Margaret Thatcher explica cómo las mujeres biológicas —“mito o realidad”— conquistaron el derecho a ser infelices en igualdad. ¡Llévatelo antes de que lo cancelen por tóxico!”, grita un cartel en la tienda, cuando el kétchup no tenía género..
No todo está perdido. Spotify, ese psicólogo barato sabe qué o quién eres, y también tiene algo que decir: eres un hortera y deberías salir más de casa. Y yo, que solo quería música para fregar los platos, cuestionando si mi género es una metáfora.
Netflix, por su parte, me cataloga con razón. La gran pregunta es esta: ¿dónde está el límite entre identidad y realidad material? Si mañana me identifico como semáforo, ¿podré parar el tráfico en la Gran Vía? Alexa, si lo hago como una silla ergonómica, ¿tendré derecho a plaza fija en una oficina? ¿Es el género una "religión woke" o una realidad social?
Más, si la ONU no resuelve la paz en Oriente Medio, ¿por qué iba a resolver si Ramón puede entrar al baño de señoras? Preguntémosle a Alexa. Ella sabrá si eres mujer, lámpara o playlist melancólica.
Flota algo inquietante mientras discutimos, cuando las palabras pierden significado y el género se reinventa y se multiplica, pero hay algo bello aquí, hoy: la humanidad intentando definirse como quien monta una estantería donde sobra una tabla. Si el género fuera un buffet, UK acaba de ( desmarcarse del mundo civilizado) prohibir el todo incluido.