Insensateces

El amigo

José Luis Ábalos es de esas personas que ya sólo te las imaginas en la saga de Pajares y Esteso

Yo es que ya me estoy dando la vuelta. Soy muy fan de José Luis. Es que a mí me parece de esos hombres que ya no quedan. Que tú lo tienes de aliado, y vale, siempre pendiente de tu espalda por lo que pueda pasar, y, en cuanto uno o una se descuida, zas, te ha atravesado una daga y te han hecho filetes.

José Luis Ábalos es de esas personas que ya sólo te las imaginas en la saga de Pajares y Esteso. La Lola nos lleva al huerto. Los energéticos. Los liantes. Yo hice a Roque III. Yo veo ahí a José Luis, coño. Yo le veo entrando a un bar de lucecitas a pedir un benjamín para una churri. Yo le veo pidiendo karaoke en un restaurante en Mérida, en vez de irse a la calle John Lennon, que está al lao, repleto de marcha y copas baratas; aparcando el coche de ministro cerca, con los dos escoltas con un gran interrogante encima de sus cabezas. Preguntándose por qué, por qué les había caído este puto trabajo.

Yo le imagino entrando con amigas a un reservado, le sueño casándose tres veces. Le pienso mandando a sus secretarias (no una, no) pidiéndole mesa discreta en una marisquería. Una detrás de otra. Llevando una agenda discreta en papel, llena de teléfonos de sitios con sofás de polipiel, de motivos marineros, de rinconcitos tapados con una cortina redonda, como si fuera una ducha, con rieles de esos que dan la vuelta para que no se te vea el culo. Ábalos es ese español que se está perdiendo. No digo que sea el español necesario: lo que digo es que es parte de nuestra historia, de nuestra manera de ser durante mucho tiempo, incluso de una política que se ha instalado en España y de la que cuesta desprenderse.

Así que ahora llega Pedro Sánchez, el hombre guapo, delicado, feminista, puro, sensible, perfecto, y resulta que se echa en brazos de Barragán, el de No te Rías que es Peor. Y es ahí, justo ahí, donde te das cuenta de que un hombre (o una mujer) se define por sus amigos. Y que es bastante difícil desprenderte de un amigo así. Porque te va a pasar una cuenta en la que vas a pagar hasta las putas. Pobrecitas.