Opinión

Asalto al cuarto poder

A lo largo de la historia de la humanidad, el poder ha intentado usar la información como arma para desbancar al adversario político

Es sabido que la información es poder.

A lo largo de la historia de la humanidad, el poder ha intentado usar la información como arma para desbancar al adversario político incluso en las guerras.

Es sabido, aunque se cuente poco, que en la tan recreada en películas “guerra de Vietnam”, EEUU perdió la guerra de la comunicación, donde consiguieron que la propia sociedad americana y la del resto del mundo, les empujara a abandonar aquel conflicto bélico.

La propaganda, y la censura, de la Alemania Nazi llevada a cabo por Adolf Hitler, le llevó incluso a crear un “Ministerio de la Propaganda” donde colocó a una de las personas de su máxima confianza, Joseph Goebbels.

Incluso Napoleón, cuando en 1815 volvía de su exilio en Elba consiguió que el diario Le Monsieur fuera usado como diario de ese regreso al trono. Decía Napoleón en esos días "La libertad de prensa debe estar en manos del gobierno, la prensa debe ser un poderoso auxiliar para hacer llegar a todos los rincones del Imperio las sanas doctrinas y los buenos principios". Incluso en la actualidad, en tiempos paz o guerra podemos ver en las palabras de Napoleón el sueño de todos los gobernantes que no creen en libertad y en la democracia, como ejemplo el de hace unos días, durante la actual guerra de Ucrania, donde el Kremlin bloqueaba el acceso a la zona a 81 medios de comunicación europeos, con la clara intención de controlar e influir en toda la información que salga de la invasión soviética.

Fue el parlamentarismo británico quien se inventó ese concepto de “El Cuarto Poder” que hoy es conocido por todos. Concretamente en 1787 cuando en el debate de apertura de la Cámara de los Comunes Edmund Burke señaló al lugar donde se encontraba la prensa en la cámara indicando que allí estaba el cuarto poder. El llamado “Cuarto Poder”, viene a complementar los tres poderes de cualquier Estado democrático: El poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial, aunque en la época de Burke venía a complementar otros poderes como el de la Iglesia.

El poder legislativo, es decir, esos parlamentos elegidos que representan a todos los ciudadanos, y que además de cumplir su obligación de crear y modificar cuanta legislación sea necesaria para mejorar la prosperidad y convivencia, deber ser escuchado siempre por el poder ejecutivo. Ese poder ejecutivo, que se conforma con las mayorías parlamentarias que salen de esos parlamentos, y se encargan de la gestión de los servicios públicos durante el tiempo que tengan la mayoría de representación ciudadana. Y el poder judicial, que debe, de forma independiente de los otros dos poderes, impartir justicia ajustándose a la legislación que salga de los parlamentos legislativos.

Y luego está el llamado Cuarto Poder, que siempre ha influido desde su independencia periodística en la actualidad política y social de cualquier gobierno, en cualquier tiempo pasado y presente, aunque claramente a los gobernantes de cualquier administración pública, les/nos encanta cuando hablan y escriben “bien” de su gestión y les/nos molesta cuando lanzan críticas difíciles de encajar, ya sea en un pequeño ayuntamiento, en una administración regional o en los pasillos de un gobierno estatal, sea en la Casa Blanca, Downing Street o cualquier otro país.

Cuando un gobernante no encaja una noticia, artículo o reportaje, tiene dos opciones: comportarse como un demócrata que encaja con deportividad la opinión contraria (aunque venga incitada por interés político de su oponente) o comportarse como un dictador tirano tratando de influir en ese titular o reportaje, eliminando el medio o persiguiendo al periodista autor de la blasfemia en su contra.

Hay otras tácticas también poco democráticas, como repartir dinero público desde los gobiernos únicamente a los medios de comunicación afines, haciendo que tengan mucha mas fuerza y presencia mediática las voces que hablan bien del gobierno existente, a base de llenarles la caja de las cotizaciones de todos, fomentando una competencia desleal entre afines y contrarios.

Del “Cuarto Poder” y el control de la comunicación desde el poder y la influencia mediática se ha escrito mucho, incluso en obras maestras como la titulada “1984” del gran George Orwell, que llamaba a uno de los cuatro ministerios: El Ministerio de la Verdad, y que en realidad, era el ministerio encargado de desmontar las mentiras adversarias y lanzar las proclamas que desde “el partido” se creían convenientes.

Si diagnosticamos las pautas de cualquier dictadura, en cualquier rincón del planeta y de cualquier ideología, pueden tener o no “ministerios de la verdad”, pero tienen varios síntomas claros coincidentes en todas ellas. Desde las dictaduras históricas de Adolf Hitler, Joseph Stalin, Hailé Mariam Mengistu en Etiopia, Benito Mussolini, Augusto Pinochet en Chile, Sadam Hussein o Pol Pot, hasta las dictaduras actuales y vigentes como las de los países orientales de Afganistán, Kazajstán, Azserbaiyán u otros como Chad, Congo, Libia, Corea del Norte, Yemen o Ruanda, y por supuesto los países sudamericanos que no hace falta ni nombrar. En todas ellas, el Poder Ejecutivo ignora a los ciudadanos, tengan o no tengan representación en parlamentos, ya que en muchos no hay ni elecciones (no se esconden) y en otros se hacen elecciones totalmente teledirigidas eligiendo parlamentos que luego se ignoran, porque gobiernan con o sin parlamento, es decir, con o sin “Poder Legislativo”.

Y en todas ellas, el otro poder, el “Judicial”, es manoseado para dar la falsa sensación de que se imparte justicia cuando lo que se imparte es doctrina dictatorial de plegarse al poder. Y por supuesto, no existe ese “cuarto poder” porque ya se encargan de que no existan medios y periodistas libres que escriban o cuenten lo que vean, e incluso limitan el acceso a internet, haciendo que los ciudadanos de esos países ni puedan comunicarse con el resto del mundo ni puedan recibir la información libre de lo que ocurre en otros lugares del planeta.

Las dictaduras son reconocibles siempre, desde dentro de esos países y desde el resto del mundo cuando se observa que el poder ejecutivo, independientemente de cómo lleguen al poder, comienza a arrogarse los otros poderes de una democracia incluido el “cuarto poder” coartando la libertad de expresión, cerrando medios y persiguiendo a periodistas hasta acabar con ellos con excusas tan banales como que “cuentan bulos” o “que “son malos para la democracia”.

Y aunque es fácil reconocer una dictadura existente, no es tan fácil reconocer los gobiernos que están en proceso de “mutación” desde una democracia hacia una dictadura.

En la mayoría de los países donde esta permutación ha sucedido (muchos en América Latina), los ciudadanos no han sido conscientes durante ese proceso de cambio de régimen, porque los tiranos no lo hacen de un día para otro, lo que provocaría una gran revolución interna en ese país. Los tiramos lo hacen poco a poco, atacando primero a uno de los poderes, el Ejecutivo, insertando a sus amigos en las instituciones relevantes para que la prioridad sea agradecer a quien te nombra y no el servicio público supuesto de la institución, cuando ya tienen ese poder bien amarrado, atacan poco a poco el siguiente, el Judicial, haciendo que los jueces libres sean vistos como enemigos manchando su imagen, hasta acabar con la credibilidad de esas personas y del sistema judicial.

Cuando el poder ejecutivo está controlado por el amo, y el judicial lo suficientemente mermado para que cualquier investigación o sentencia pueda ser rebatida o manchada, atacan el Cuarto Poder, haciendo algo similar a lo del poder judicial, apartando a medios y periodistas que no dicen o cuentan el relato marcado por el “ministerio de la verdad”, cocinando legislación para ir acabando con la libertad de prensa. El objetivo de un dictador es hacerse siempre con los “cuatro poderes”, tarea prioritaria para perpetuarse en el poder.

José Antonio Sánchez Serrano. Viceconsejero de Presidencia y Administración Local de la Comunidad de Madrid. Vicesecretario de Territorial del Partido Popular de Madrid