El canto del cuco
Aún queda la calle
Sólo queda la calle, donde se barrunta una rebelión ante el aumento de la provocación política. De ahí la importancia de la manifestación del domingo en Barcelona, contra la amnistía a los golpistas y en defensa de la Constitución
El Rey no podía hacer más. Se ha visto obligado a volver a encargar a Pedro Sánchez que intente formar Gobierno. Así ha salvado de momento la Corona. Ha hecho lo que tenía que hacer aunque la forzada decisión haya rebajado el aprecio a su figura en la derecha, sobre todo en la más montaraz. En este trance se ha comprobado la limitación de Felipe VI a la hora de cambiar las cosas. Ni siquiera podrá negarse a firmar la ley de Amnistía que se prepara aunque la nueva norma descalifique la principal actuación de su reinado: su mensaje a la nación del 3 de octubre de 2017 en defensa del orden constitucional quebrantado por los separatistas catalanes. Felipe VI está maniatado.
Hasta hace poco, se confiaba en la Justicia, encargada de defender la legalidad. Ahora, tras la comprobación de que el Poder Judicial sufre serias limitaciones de actuación y, sobre todo, de que el «sanchismo» ha tomado el Tribunal Constitucional, con el servicial Conde-Pumpido a la cabeza, apenas queda esperanza de que ese importante poder del Estado impida o frene las arbitrariedades de Sánchez y sus extraños socios para seguir manejando el destino de todos. Algo parecido ocurre con el Poder Legislativo. Se ha comprobado con la fallida investidura de Feijóo que la sumisión de los diputados socialistas, nacionalistas y comunistas es total e inquebrantable. Se verá en la investidura de Sánchez, que se negocia a oscuras con las concesiones que haga falta. Sólo resta el respiro del Senado, que servirá para frenar un poco la carrera hacia el precipicio, y la resistencia del poder municipal y autonómico. Tampoco se puede confiar en lo que fue el «cuarto poder». Hoy el «sanchismo» tiene a su servicio a poderosos medios de comunicación, que son los que lo mantienen vivo. Y, ante la gravedad de la situación española, Europa mira para otro lado, y los dirigentes europeos se divierten en Granada con Pedro Sánchez de anfitrión.
Sólo queda la calle, donde se barrunta una rebelión ante el aumento de la provocación política. De ahí la importancia de la manifestación del domingo en Barcelona, contra la amnistía a los golpistas y en defensa de la Constitución. Será un termómetro del malestar reinante y una llamada a la reflexión de todos. El horno de las clases medias está además muy caliente por los precios de la gasolina, las hipotecas y la cesta de la compra. No conviene echar leña al fuego. De momento será un aviso y una clamorosa demostración de que Pedro Sánchez ha perdido el favor de la calle.
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