Y volvieron cantando

La banda del piolet

La plataforma Sumar no ha dudado en quitarse de encima el peor lastre posible ante unas elecciones generales

Decía Santiago Carrillo, cuando algún histórico díscolo como el ultraortodoxo Ignacio Gallego abandonaba el PCE para fundar el leninista PCPE –el de mi amigo Herrera– que esa era una de las maneras con las que un partido terminaba por convertirse en «partida». Allá donde se asienta con vocación de quedarse, la izquierda comunista o si prefieren populista-bolivariana siempre nos ha brindado los más atroces espectáculos de antropofagia desmedida propios de las más sangrientas y escatológicas películas gore de Peter Jackson antes de dirigir «El señor de los anillos», epopeya por cierto muy ligada a las luchas por el poder, a las traiciones y a esas purgas que, como aventajado alumno solía poner en marcha poco menos que antes de ayer, el todavía líder en la entretela de lo que queda de Podemos, Pablo Iglesias, primer responsable de que esa formación política creada por él junto a Errejón y Monedero, este camino de convertirse en una de esas «partidas» a las que aludía Carrillo.

Hemos contemplado todo un interminable elenco de escisiones como la de «Más País», hemos visto cómo queda hecho unos zorros el rosario de «mareas» a lo largo y ancho de la geografía nacional y hemos sido testigos del arrumbamiento en el Congreso tras una perdida columna, a reinas encerradas en un torreón, para mayor gloria de nuevas «primas donnas» seleccionadas por el macho alfa, alguna de ellas hoy muñeca rota de la izquierda morada convertida en ofrenda ante el dios de la unidad con las narices tapadas, para salvar muebles y sobre todo poltronas.

Igual que el PSOE se desligó de la defensa a ultranza de Montero a su suicida ley del «solo sí es sí», la plataforma Sumar –que es la cara de la nueva «lideresa» Yolanda Díaz cubriendo un inmenso cascarón vacío– no ha dudado en quitarse de encima el peor lastre posible ante unas elecciones generales y eso ha pasado por arrumbar al rincón de la irrelevancia a la madrina y referente de la norma que ha puesto en la calle antes de tiempo a muchísimos violadores. Pero los piolets van a seguir clavándose sobre muchas despejadas frentes, sobre todo porque Iglesias no ha dicho la última palabra ante una «mantis» de la que ha sufrido en propias carnes, eso que un nada irrelevante político gallego me apunta sobre la susodicha: «cuando te habla, lo que está mirando es tu silla».