El canto del cuco

La bola de cristal

Ante la sangría de votos que apuntan las encuestas, Pedro Sánchez podría aprovechar el momento y dar un bandazo al centro

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.Alberto R. RoldánLa Razón

El espectáculo en torno a las leyes derivadas de la ideología de género –el «Sí es sí», la «Trans»…–, el lio de la «ley Mordaza», las dificultades entre los dos socios para compartir siquiera asuntos institucionales relacionados con la Monarquía, como la educación militar de la Princesa…, dibujan una evidente fractura en la mesa del Consejo de ministros. Muchos observadores piensan que el invento, apodado «Frankenstein», no puede resistir más. Y cada cual ha tomado ya su bola de cristal. Se multiplican los pronósticos y las ocurrencias, algunas disparatadas, que circulan por los cenáculos.

Parece un hecho indiscutible que el Gobierno de Pedro Sánchez está desvencijado, partido, perdido, sin solidaridad interna. ¿Cómo va a presidir dentro de unos meses la Unión Europea si no dispone siquiera en su seno de una política común en relación con Ucrania, por ejemplo? Este es un aviso importante de la UE. Parece natural que en Bruselas la presencia de comunistas y populistas de izquierda en el Gobierno que va a presidir Europa durante el segundo semestre del año despierte sospechas y una notable incomodidad. Esta sería una razón no menor para pensar en una próxima crisis política de gran alcance. A algunos la bola de cristal les sugiere que todo dependerá del resultado de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Ante la sangría de votos que apuntan las encuestas, Pedro Sánchez podría aprovechar el momento y dar un bandazo al centro. Dada su errática trayectoria política, es capaz de hacerlo y tratar de evitar así el descalabro de diciembre.

En La Moncloa y sus aledaños dicen, sin embargo, en lo que parece una consigna, que no. Eso sería, confiesan, como arrojar la toalla y entregar ya a la derecha la victoria en bandeja. Ciertamente sería la confesión de un clamoroso fracaso político. Pero aguantar así, cada uno por su lado, con ministros o ministras que no se hablan entre sí, discrepantes en cada uno de los grandes asuntos de Estado, parece que no será precisamente un buen estímulo para el electorado moderado de centro-izquierda, que puede negarse a colaborar con su voto a que se repita la historia. De ahí el empeño de Sánchez en la «Operación Yolanda Díaz», para tener un soporte más moderado y servicial por su izquierda, un Gobierno futuro con comunistas de «rostro humano». ¡El salvavidas! Ese parece el plan. El próximo espectáculo de la moción de censura no va a cambiar las cosas. Su único interés, conocer el dictamen independiente del profesor Tamames sobre el estado de la nación, se ha disipado con la filtración.