Historias del mundo
Los burros guardianes
«En Australia, los asnos se han convertido en la gran solución frente a los perros salvajes»
Australia tiene un grave problema con los perros salvajes y sus ataques contra el ganado. Así lo reconoce Paul Gibb, responsable de bioseguridad de los Servicios Locales de Tierras en Nueva Gales del Sur. Gibb asegura que los daños causados en esa región por los «dingos» (como se les conoce en las antípodas) rondan los 15 millones de euros anuales. A nivel estatal, superan los 89 millones de euros. «Es su modo de vida, su lana y su carne», explica Gibb. «Si estos canes te destrozan tu sustento, resulta muy duro. Por no hablar del daño psicológico. A menudo los ganaderos tienen un vínculo con sus animales. Encontrarlos de repente con las tripas esparcidas supone un gran impacto para su salud mental».
Pero Gibb no se ha quedado cruzado de brazos. Como no se podía usar venenos, o cazarlos, comenzó a investigar y acabó apostando por una medida muy peculiar: burros protectores. «En España y en otras partes de Europa había una gran tradición de perros guardianes. Viajé a Italia y a Asturias para aprender sobre estos pastores. También vi que en algunos lugares del mundo estaban usando burros y decidí introducirlos en Nueva Gales del Sur».
Gibb habló con unos ganaderos de la zona que llevaban años sufriendo los ataques de los «dingos». «Transportamos un par de burros hasta la propiedad. Los acostumbramos a las ovejas, a sus sonidos, a su olor, a que pasaran tiempo juntos en espacios reducidos. Los burros comenzaron a beber y comer en el mismo lugar que ellas y así se inició una relación». Ahí reside la clave: «Es de esa relación de la que dependes para que tengan instinto protector por esas ovejas». Ya han pasado tres años y desde entonces no han perdido ninguna oveja, asegura Gibb orgulloso.
Tras este caso de éxito, son muchas las granjas que ahora solicitan estos burros que defienden con dientes y cascos al ganado. Porque «no sólo son los miles de dólares malgastados en vallados y seguridad, también cuenta el tiempo desperdiciado».
La gran diferencia (y ventaja) respecto a los mastines, explica Gibb, es que a los burros no hay que darles de comer todos los días, pues se alimentan del pasto y pienso como las ovejas. Además, Gibb destaca que los asnos son longevos, muy resistentes, independientes y sociables. «Es un método genial».
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