
A pesar del...
El capitalismo según Tilda Swinton
El segundo error de doña Tilda es el acostumbrado desdén hacia la racionalidad de las personas, tratadas como débiles mentales, incapaces de contenerse ni de superar una patológica adicción al consumo
La destacada actriz inglesa Tilda Swinton ha vuelto a confirmar que la incomprensión de los fenómenos sociales está muy lejos de ser una peculiaridad de los intelectuales y artistas españoles.
Entrevistada por Luis Martínez en El Mundo a propósito de la última película de Almodóvar, La habitación de al lado, que coprotagoniza, la señora Swinton subrayó que el éxito del capitalismo «ha consistido en convencernos de que estamos solos y que tenemos que seguir así. El único remedio y consuelo que nos ofrece es el consumo. El capitalismo nos quiere aislados unos de otros y solo pendientes de consumir más y más. Acompañar el sufrimiento de los demás es la única forma de romper con esta dinámica».
Swinton enlaza tres falacias habituales del antiliberalismo. En primer lugar, la asociación entre mercado y soledad o aislamiento, un error que puede despejarse atendiendo a las condiciones reales del comercio, que son precisamente las contrarias, es decir, la relación con los demás, que el mercado potencia y no debilita.
Hablando de debilidad, el segundo error de doña Tilda es el acostumbrado desdén hacia la racionalidad de las personas, tratadas como débiles mentales, incapaces de contenerse ni de superar una patológica adicción al consumo. Otra vez, un vistazo a la realidad permite refutar esta idea, que niega a los seres humanos la capacidad de pensar por sí mismos.
Por fin, la señora Swinton sostiene que el capitalismo es incompatible con la ética. Este error es un veterano favorito de los socialistas de todos los partidos, que identifican la economía de mercado no solo con la ineficacia en la asignación de recursos sino con la explotación más inicua, la estafa más innoble y el egoísmo más cruel.
En este aspecto cabría formularle dos recomendaciones: la opción y la lectura. En efecto, doña Tilda podría pensar en qué sucede con esto que tanto le preocupa cuando no hay capitalismo, ni comercio, ni mercado. Puede elegir el socialismo que prefiera, y verá que no alcanza precisamente una calificación de sobresaliente en términos éticos.
La otra opción es que lea al economista liberal Adam Smith, en sus obras disponibles en Alianza Editorial, y que se pregunte cómo pudo suceder que el mismo autor de La riqueza de las naciones de 1776 haya escrito en 1759 La teoría de los sentimientos morales.
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