El trípode

«Colorín, colorado, este cuento se ha acabado»

Ahora que ya le han tomado la medida, estos progresistas socios le están estrujando como a un limón para sacarle todo el jugo necesario a fin de robustecer el independentismo, que andaba de capa caída tras el fiasco del procés.

Hay ocasiones en la vida en las que una expresión muy sencilla compendia y define de manera tan sucinta como clara y magistral lo que sucede. Ello es de agradecer sobre todo cuando las circunstancias que rodean el caso parecen dificultar un diagnóstico al mismo tiempo breve y preciso. Para ejemplificar, podemos aplicar este razonamiento a un supuesto de particular interés general y de gran actualidad: la relación de subordinación y dependencia de Sánchez ante Puigdemont. El posconvergente Jordi Turull es el secretario general del partido Junts, formación dirigida con mando a distancia y a la orden del residente en Waterloo. Turull fue juzgado y condenado por el Tribunal Supremo por su responsabilidad en el golpe de Estado de 2017 contra el fundamento de la Constitución, e indultado después por Sánchez como exigencia debida para que él pudiera seguir en el poder, ya que para eso precisaba de los votos del secesionismo catalán, como es sabido.

Ahora que ya le han tomado la medida, estos progresistas socios le están estrujando como a un limón para sacarle todo el jugo necesario a fin de robustecer el independentismo, que andaba de capa caída tras el fiasco del procés. Como con la autoamnistía no tienen suficiente para su reiterada pretensión de «volverlo a hacer», ahora exigen un referéndum –que de facto sería de autodeterminación–, lo cual solo cabe en sus «procesadas» cabezas. Ante la eventual tesitura de que Sánchez pretenda negarse, el indultado y próximo autoamnistiado Turull, lo ha dejado claro: «Si eso es así, pues colorín, colorado…».

Turull lo podría decir más alto, o incluso en catalán, pero no más claro: «Este cuento se ha acabado». O sea, que Sánchez: se te ha acabado dormir en La Moncloa y volar en el Falcon de Santiago a Coruña y viceversa. Lo inconcebible e inaceptable es que esto sea verdad –porque es «la realidad», que diría el aludido– y que 48 millones de españoles tengan un Gobierno de España sometido a esta total ignominia. Pretender aguantar una legislatura a este ritmo de cesión y tensión semanal es literalmente imposible. Puede Sánchez creérselo e intentar hacérselo creer a todos sus palmeros y agradecidos súbditos, pero no va a conseguir que el común de los españoles lo acepte. De sabios es rectificar a tiempo y de necios perseverar en el error. Incluso «cambiar de opinión» a tiempo también puede ser acertado. Pero, destruir España y la convivencia entre los españoles para satisfacer una desmedida ambición de poder personal, ya es demasiado. España y la Constitución no están al servicio de Sánchez.