César Vidal

Advertidos estaban

La Razón
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Mientras se siguen multiplicando los análisis sobre las elecciones catalanas –y lo que vendrá a continuación– no puedo dejar de pensar que algunos, muy pocos, advertimos desde hace décadas de que aquí llegaríamos. Advertimos de lo que eran Pujol y el pujolismo mientras algunos lo nombraban «español del año» y le entregaban raciones gigantescas del presupuesto. Advertimos de lo que significaría dejar la Educación en manos de los nacionalistas mientras nos acusaban de «fachas» y de intolerantes. Advertimos de que la política de la izquierda y de la derecha de buscar el respaldo de los nacionalistas acabaría por hundir la economía y debilitaría a ambas mientras gobiernos de los dos signos fueron otorgando un poder creciente a los nacionalistas. Advertimos que la Justicia no podía consentir que presidiera el TC una persona cuyo cónyuge había recibido dinero de los nacionalistas en lo que ellos mismos denominaron «búsqueda de complicidades» mientras algunos nos tildaban de machistas. Advertimos de que mirar para otro lado mientras los nacionalistas iban imponiendo su criterio en entidades financieras, editoriales y medios sólo contribuiría a que miles de voluntades vendidas les permitieran quebrantar la Ley una y otra vez mientras sobre los que nos atrevíamos a hablar caían el veto, en buena parte del mundo de las comunicaciones, la expulsión de la industria del libro e incluso el destierro. Advertimos de que indultar a los nacionalistas catalanes delincuentes sólo serviría para fortalecer su convicción de impunidad mientras gobiernos de todo género los ponían en la calle sin que apenas llegaran a ver el color de las paredes de la cárcel. Advertimos de que había que ser muy estúpido para permitir que los nacionalistas catalanes invadieran los medios nacionales cuando ellos cerraban las puertas de los catalanes a los no-sumisos mientras la mayoría de los periodistas callaban. Advertimos de que un estado que no se hace respetar imponiendo el cumplimiento de la ley acabaría desbordado en una Cataluña más endeudada que Grecia mientras se nos acusaba de centralistas y de separadores. De todas estas cosas advertimos durante más de tres décadas para, generalmente, ser perseguidos por los nacionalistas, que no han dejado de acosarnos hasta en nuestras profesiones y para ver cómo muchos de los obligados a ampararnos por razón de su posición no sólo no movían un dedo en nuestra defensa sino que pactaban con los sicarios del nacionalismo. Ya no hay manera de negar la realidad aunque no se vea solución, pero nadie debe sorprenderse. Advertidos estaban.