Partidos Políticos

Frágiles de memoria

La Razón
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En política, a veces, la memoria es frágil, pero quizá esa afirmación no sea del todo cierta, así que nunca está de más recordar lo que ha ocurrido en el pasado, por cercano que este sea.

Esa es la razón por la que se debería revisar lo que ocurrió en España después de las elecciones generales del 2015 y del aluvión de críticas que le llovieron al Sr. Rajoy cuando, en aquél momento, no movió un solo dedo para formar gobierno.

Ciertamente, sus críticos, llevaban razón. El 20D el Partido Popular había ganado los comicios, no tenía mayoría absoluta, pero era el claro vencedor con 123 diputados y el 29% de los votos.

Lo que ocurrió después formó parte de un disparate. El Partido Socialista, que había perdido las elecciones y había obtenido el peor resultado de su historia moderna, decidió intentar la investidura de su candidato. Como todo el mundo sabe, hubo que repetir elecciones.

El Sr. Rivera dijo públicamente que “Lo más razonable sería que Mariano Rajoy intentara formar gobierno en minoría”, la cosa tenía toda la lógica del mundo, la estrategia del presidente solo tenía un objetivo: no asumir su responsabilidad para evitar cualquier tipo de desgaste personal.

Ahora, al Sr. Rivera le ha tocado ese papel en Cataluña. Su partido ha ganado las elecciones pero no tiene mayoría absoluta, sin embargo, él es quien rechaza formar gobierno.

La razón estriba en que, hoy por hoy, el peso negativo de la aplicación del art. 155 cae sobre el gobierno de España prácticamente en exclusiva y el Sr. Rivera no está dispuesto a compartir esa carga.

Esto le permite ostentar la mejor situación entre los adversarios del independentismo. Por un lado, no están contaminados por la ejecución de la Ley, cuestión que penalizan muchos catalanes no independentistas y, por otro, han logrado expulsar de esa posición nítida contra el nacionalismo al PSC, que es víctima de sus propios tambaleos e indecisiones.

Los nuevos manuales de gestión de situaciones políticas parecen prescribir que quien gane las elecciones, si no tiene mayoría absoluta, no debe dedicarse a sumar apoyos para formar gobierno, mejor que lo intente otro, no sea que sufra desgaste. La consecuencia es que con los intereses partidistas quién se erosiona son las instituciones democráticas y la propia lógica del sistema.

Dentro de poco se esperan nuevas oleadas de sondeos y mediciones demoscópicas. Las que se están haciendo en las sedes de los dos principales partidos parecen coincidir en detectar la posibilidad de que Ciudadanos de el sorpasso al PSOE y acorte distancias con el PP, situándose en la zona de riesgo de estos.

Si algo así ocurriese, Ciudadanos estaría siendo premiado por hacer lo mismo que el PP tras las elecciones del 2015. Eso podrá ser muy efectivo electoralmente, pero está lejos de tener una visión de Estado.

El PSOE está noqueado, no alcanza bien a entender la razón por la que no es capaz de volver a ser, al menos en parte, lo que fue. Quizá la respuesta deba buscarla en la archiconocida frase de Albert Einstein “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo” y el Partido Socialista lleva haciendo lo mismo desde hace unos años y los votantes, es obvio, lo rechazan.

El nuevo objetivo político es Ciudadanos, es posible que reciba un aluvión de ataques, como pueden ser las consecuencias de la auditoría de sus cuentas y otros frentes que se abrirán y, desde luego, puede caer electoralmente mucho antes de lo previsto. Pero el problema de fondo seguirá existiendo, porque se trata de porqué en España para ganar hay que hacerlo a costa de las instituciones democráticas.