Cataluña

El cuento de la lechera

La Razón
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Estamos en los primeros días del 2018 y es habitual empezar el nuevo año con buenos propósitos que pueden ser de distinta índole, desde plantearse objetivos profesionales o laborales, hasta obligarse a encontrar unos minutos diarios para mantener la forma física. El PSOE parece que ha hecho lo propio y comienza con nuevas metas. Las circunstancias le parecen propicias a la dirección, no hay elecciones a la vista cuyos resultados puedan generar mareas que hagan zozobrar a los pilotos de la nave y la crisis interna de Podemos se les antoja irreversible, por ello, ha decidido situarse en el zaguán de la Moncloa.

Después de las primarias de junio y tras haber culminado los procesos territoriales, en el Partido Socialista, no se esperan grandes controversias. Desde el punto de vista interno, solo quedan por tomar decisiones sobre candidatos y la elaboración de los programas. Ambas cosas deben realizarse entre verano y otoño de este año, pero la dirección está convencida de que todos estos procesos se realizan escuchando a la calle Ferraz.

En definitiva, con un Podemos en caída libre, con paz orgánica y un año por delante sin tener que medirse en las urnas, los más optimistas tienen sus ojos en las elecciones municipales, pero su atención en las generales.

Además, confían en que la subida de Ciudadanos esquilme los votos del Partido Popular, algo parecido a lo que hizo el señor Iglesias con el PSOE en el pasado, sólo que esa vez el trasvase debería afectar a la derecha política.

Sin embargo, la política no es pura aritmética que no deja duda, como el resultado de una suma o resta. Es, más bien, como la estadística, algo complejo que consiste en plantear un problema a partir de los datos existentes, alcanzar un resultado y comprobar la validez de dicho resultado.

En estadística no llegamos a un resultado plenamente cierto, sabemos que está afectado por un error y solo somos capaces de proponer la solución con mayor número de probabilidades, la incertidumbre pesa y mucho.

Las cábalas que hacen en la cuarta planta de la calle Ferraz no tienen en cuenta que la cuestión catalana está aún por resolver, por agotadora y aburrida que resulte, y que el futuro mapa político nacional dependerá de cómo concluya.

Hoy Ciudadanos se ha convertido en un mirlo blanco, pero puede acabar revolcado por cualquier error o recibiendo votos desde el propio electorado socialista. Podemos está seriamente desgastado, pero no es la primera vez que los sondeos le han vaticinado malos resultados que han logrado superar. Por último, el resultado del PSC debería preocupar a los socialistas, los señores González y Zapatero fueron presidentes gracias a los votos en Andalucía y Cataluña. En el partido socialista hay una cierta calma interna que será duradera porque las decisiones democráticas son absolutamente respetadas, pero caer en la tentación de imponer voluntades tendría justo el efecto contrario al que se persigue. Por otra parte, muchos meses sin procesos electorales y con una percepción general de recuperación económica no llevan al desgaste del Gobierno, sino todo lo contrario y con la presión de la crisis económica in minuendo, el señor Rajoy sólo tiene un problema de cuya solución depende su futuro: Cataluña.

Es bueno marcarse objetivos al empezar el año, pero caer en la autocomplacencia, negarse debilidades o ignorar las posibles amenazas, puede ser fatal. Por naíf que puedan parecer las fábulas de Samaniego, sus moralejas son valiosas en cualquier tiempo, como aquellos versos con los que concluye el cuento de la lechera: «No anheles impaciente el bien futuro. Mira que ni el presente está seguro».