María José Navarro

Bien dadas

La Razón
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Bueno, pues entre el niño y los piojos ya hemos echado la semana, oyes. El niño, por cierto, es una monada y es (ya vimos que no dio ni un problema) un santo. Y además un valiente, porque estando rodeado de piojosos tenía pinta de oler a Nenuco y de ir con su pañal limpito. Qué tío más grande, con lo mal que olía en su zona. Que ya lo dijo una insigne periodista, la misma que asegura que desde que Carmena llegó al Ayuntamiento de Madrid la ciudad está llena de ratas del porte de Marc Gasol. Antes no, que antes Madrid estaba como los chorros del oro como todo el mundo sabe. No está sola. Hay otro periodista, este muy peculiar, que no tiene reparo en opinar que a los de Podemos les faltó un par de hostias a tiempo, y una Vicepresidenta del Congreso que sospecha que debajo de las rastas anida un ejército de liendres dispuestas a saltar sobre su muy cuidado estilismo de peluquería cara. Este es el nivel. Pues bien, ya que estamos, diré, para no mejorar el ambiente, que a mí, más que el piojo, lo que me da asco es la mano blanda y mojada, esa que se supone que te estrechan pero que luego se queda en gelatina de sobre, y la caspa sobre el traje a medida. Son gustos distintos, pero igual es que mis padres no me dieron un par de hostias a tiempo. Volviendo al asunto del niño en el escaño, tan mal me parece sobreactuar que pasarse de frenada. Carolina Bescansa puede que tenga a alguien que le cuide de ese niño y no sea más que un postureo, pero en la misma situación estaba Soraya Sáenz de Santamaría nada más dar a luz a su hijo y eso le permitió cogerse sólo una semana de baja por maternidad. De esto último se hace una heroicidad, con lo que nos ha costado, hijas mías. La doméstica para el que la merezca. Dos hostias se me han quedado cortas, la «verdá».