Irene Villa

Bilingüismos

Hay quien afirma categóricamente que es imposible volver atrás cuando el Tribunal Supremo avala que una niña pueda recibir en castellano la Educación Infantil en Cataluña. Discriminar una lengua mayoritaria es algo tan incongruente como no querer abrir horizontes, relacionarse, viajar... u optar directamente por cerrarse al mundo. A veces se pierde un tiempo precioso peleando por algo que está perfectamente claro: determinadas comunidades tienen, además del castellano, otra lengua oficial, algo maravilloso porque enriquece y supone incluso un plus cultural del que enorgullecerse. Más quisiéramos muchos ser bilingües o mucho mejor trilingües, como lo son muchos catalanes, vascos, gallegos... Eso nadie lo discute ni lo critica. Justo ayer celebrábamos el treinta y cinco cumpleaños de la Constitución, que recoge muy claramente: «El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla» y también que: «Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos». Lo que no se comprende es que quien opte por una de las oficiales, en este caso el castellano, lo tenga tan difícil. En Bilbao, por ejemplo, muchos padres me contaban que querían ayudar a sus hijos en las tareas del colegio, pero no podían porque no sabían euskera. –Gracias, por cierto, por el cariño y la calurosísima acogida que tuvo en el norte de España mi último libro–. Lo dicho, pongámonoslo más fácil, y que la Constitución siga cumpliendo años, pero con el cuidado de que al menos los más esenciales y básicos artículos se cumplan.