Julián Redondo

Boabdil

La Razón
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El Mundial iba sobre ruedas, emocionante. Para no perdérselo (ahora está incandescente). Pedrosa ganaba, Lorenzo recortaba, Rossi mantenía y Márquez asomaba. Pero en Australia el temple del «Doctor» saltó por los aires, vio su califato amenazado por el compañero de Yamaha y en Malasia jugó una baza arriesgada que la sultana Aixa, madre de Boabdil, habría resumido así: «Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre».

El rey del circuito, campeonísimo con más influencias que Obama en la Casa Blanca, no calculó los riesgos al meter los dedos en la boca de un lebrel, a quien consideró mequetrefe y le salió respondón. Maldita la gracia que hicieron a Marc las reflexiones de Valentino, aunque en el estrado mantuvo el tipo. Y tomó nota. «Te vas a enterar, listillo». Los legos en la materia nos quedamos en Sepang con 4 segundos de carrera, el instante en que vimos a Rossi cerrar a Márquez y arrearle una patadita. Ambas acciones le derribaron. Los especialistas en la materia critican la lacrimógena comparecencia de «Vale» antes de meter la pizza en el horno y su acción, repugnante, en carrera. Afean la conducta del heredero, no entienden qué pinta él en la guerra de esos mundos tan dispares que representan Rossi y Lorenzo dentro del mismo sistema planetario. «Va a decidir algo que no es su tema», se quejan, convencidos de que pudo rezagar a Rossi y prefirió incordiarle, y de que en Phillip Island no corrió para Lorenzo, pues le ganó 5 puntos.

Daniel Craig, Bond, James Bond, inmerso en «Spectre» y esa ensalada de tiros envueltos en bellezas, lujo y glamour, piensa que su trabajo «es entretener a la mayor cantidad de gente posible, sin ofender a demasiadas personas». Ojalá que este par de pilotos llegue a entenderlo antes de provocar un daño irreparable.