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La Razón
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Cuando el 22 de mayo del 2002 llegamos a Baku, acompañando a Juan Pablo II, el número de católicos en Azerbaiyán no llegaba a doscientos. Hoy son apenas un millar pero viven en libertad y son respetados por el Gobierno del presidente Ihlam Aliev y los millones de musulmanes en su mayoría chiíes que pueblan este país caucásico. El salesiano eslovaco Stefan Kormancik, que vive desde hace 16 años en la capital azerí, ha declarado: «Después de 70 años de régimen comunista las gentes habían perdido sus raíces religiosas. Para la Iglesia católica todo cambió con la visita del Papa a Baku en 2002; desde ese momento todo ha ido a mejor. La Iglesia católica ha sido reconocida por la gente y por el Gobierno que concedió un terreno y el permiso para erigir una iglesia».

El Papa Francisco visitará esta semana Azerbaiyán donde está prevista su llegada el domingo 2 de octubre y donde permanecerá apenas diez horas; las suficientes para celebrar una misa en la Iglesia de la Inmaculada y mantener sendos encuentros con el presidente, con el jeque de los musulmanes del Cáucaso, con el obispo ortodoxo de Baku y con el presidente de la comunidad judía.

El Papa habrá visitado antes Georgia, donde llegará el 30 de septiembre para permanecer en el país dos días, invitado por el presidente de la República Saakashvili y por el patriarca ortodoxo Ilia II. También este país había recibido en noviembre de 1999 a Karol Wojtyla que llegó a su capital Tbilis tan exhausto después de su estancia en la India que fue apenas capaz de leer íntegramente su discurso de saludo a causa de unos violentos temblores causados por su mal de Parkinson. En un principio se había previsto que el viaje del Papa argentino cubriese Georgia y Armenia y Azerbaiyán pero el conflicto que enfrenta a estos dos últimos países por la discutida posesión de la región del Nagorno -Karabaj hizo desistir a las autoridades vaticanas del proyecto, en consecuencia Francisco visitó recientemente la nación armenia y ahora estos dos países del Cáucaso. Con este viaje cumple su deseo de viajar a las «periferias» del viejo continente dejando para más tarde su visita a otros países como Francia, España o Alemania.