Julián Redondo

Champions pixelada

La Razón
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La mirada, de uno a otro televisor y un deseo íntimo: que termine ya este tormento. Aparte de pagar y de evitar la tentación de conectar con algún emisor pirata, qué hemos hecho para merecer este castigo. El fútbol, al norte y al sur de Europa, tan ramplón como ordinario, no hacía afición y la transmisión desesperaba. Del partido del Madrid al del Atlético, desesperados, frenéticos movimientos de cuello. Frenazos en seco. Imágenes congeladas en Malmö y en el Calderón, sin chispa de hielo en Suecia ni en la ribera del Manzanares. La Liga de Campeones, esa competición que atrapa al seguidor español con cinco representantes, se pixela en la tele ineluctablemente. Imágenes retardadas y congeladas para alimentar el suspense y acrecentar la impaciencia. Chiquito de la Calzada preguntaría «¿cómo lo Beins?, ¡por la gloria de mi madre!». No hay otra respuesta que la única: «Fatal». ¿Te das «cuén»?

El suplicio perdía consistencia mientras el Madrid y el Atlético traducían sus esfuerzos en sendas victorias. Cristiano Ronaldo marcó, por fin, entre los arreones del Malmö. Cazó a Raúl y le superó. Sonrió. Ni después de romper con Irina es consciente de que «ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía» (García Márquez), ni siquiera la contumaz sequía goleadora. Metió dos y recuperó la alegría.

Mustio el Atlético, desarbolado e impreciso, se perdía con la impertinencia de las imágenes televisivas. Desesperante. Con más plantilla que equipo, no rula. Al 1-0 de Correa contestó el Benfica con dos zarpazos. Al final del teletormento respiramos todos, menos Simeone: el domingo, derbi.