Literatura

Alfonso Ussía

Con rencores, con amnesia

La Razón
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«Sin rencores, sin amnesia». Una frase. Su emisor, el poeta comunista Marcos Ana, nacido Fernando Macarro Castillo en la salmantina Alconada. En el obituario de ABC, su autor se deja llevar por la emoción incontrolada. Destaca sus 23 años en las cárceles del franquismo «acusado del mayor delito que se podía cometer en esa época: ser comunista, en su caso agravado porque primero fue socialista antes de escorarse aún más al lado zurdo». Parece el obituario de Snoopy.

En la cárcel, Macarro comenzó a escribir poesías, muy elementales, por cierto. Y se hizo llamar Marcos Ana, en homenaje a la memoria de sus padres. Eso sí lo he entendido. El padre de Macarro se llamaba Marcos y la madre Ana. Fue condenado a muerte –no por el homenaje en memoria de sus padres–, en dos ocasiones, y dos veces indultado.

Es cierto que Marcos Ana fue el preso con más años de cárcel cumplida en el franquismo. Sucede que en cualquier nación de la Europa democrática habría sido condenado a mayor reclusión, y en el caso del Reino Unido, a cadena perpetua o a la máxima pena, en aquellos tiempos vigente en el Código Penal británico. Porque Marcos Ana no pasó en las cárceles del franquismo 23 años por ser comunista y previamente socialista. Amnesia profunda compartida por sus biógrafos de vuela pluma. Marcos Ana cumplió tan prolongada condena por otros motivos. No fue un preso «político» como se dice por ahí con rencor y con amnesia. Cuando fue liberado, solicitó el estatuto de refugiado en Bélgica. Le fue denegado a la vista de los documentos probatorios de sus crímenes. Porque el comunista Fernando Macarro o el poeta Marcos Ana, siendo menor de edad asesinó en Alcalá de Henares a cuatro inocentes acusándolos del grave delito de ser católicos.

Con 17 añitos, Marcos Ana formó parte del Batallón Libertad, grupo paramilitar de las Juventudes Socialistas Unificadas. Y se dedicó a divertirse. Se divirtió mucho asesinando con su propia mano al sacerdote don Marcial Plaza, de 41 años de edad, y al padre del sacerdote, don José Plaza, de 70 años. Sin rencor y sin amnesia les descerrajó dos disparos en la cabeza. Y también se divirtió, sin rencores y sin amnesia, asesinando a don Amadeo Martín, de 24 años, cartero de profesión. Y al agricultor don Augusto Rosado, de 46 años, conocido por sus profundas raíces religiosas. Marcos Ana no pasó 23 años por ser socialista y posteriormente comunista. Estuvo en la cárcel por asesino, y su minoría de edad durante la acción de sus crímenes benefició su indulto. No obstante, Marcos Ana mantuvo el rencor y se asomó a la amnesia. A la amnesia que le ayudó a olvidar su sanguinario pasado.

Pablo Iglesias acudió a la capilla ardiente del poeta que fue asesino. «Su dignidad y ejemplo comunista es nuestro orgullo», dijo ante el cadáver del autor de «Decidme cómo es un árbol», un poemario pretencioso y pedante que produce pasmo por su innecesaria creación. No obstante, en ABC, su glosador escribe de él que fue «un comunista tolerante y moderado», y yo le tengo mucho cariño, admiración y respeto a ABC como para pasar por alto semejante birria.

Si la tolerancia y la moderación consisten en asesinar a sangre fría a cuatro inocentes, manda huevos, que es desahogo tan culto como parlamentario. El Ayuntamiento de Jerez se despachó a gusto definiendo al gran don José María Pemán de «asesino». Y hoy, en las páginas del extraordinario diario madrileño, en el que Pemán dejó toda la grandeza, la humanidad y la gracia de su talento, a quien asesinó a cuatro inocentes se le dice «tolerante y moderado».

Que me aten a esa mosca por el rabo.