Campaña electoral

¿Debate para indecisos?

La Razón
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Si nos atenemos a lo vivido en estas casi cuatro décadas de democracia –con muy contados «cara a cara» entre líderes populares y socialistas y algún meritorio sectorial– el de hoy lunes, sin ser el «padre de todos los debates», sí se presenta a priori como el más completo. Será la primera ocasión en la que los cuatro principales candidatos a La Moncloa tengan que fajarse en un duelo que va a marcar la campaña electoral como mínimo hasta su ecuador y que vaticina un fuego cruzado derecha-izquierda, izquierda-centro, derecha-centro y sobre todo un más que probable fratricida izquierda-izquierda. Suficientes elementos para que la cita prometa.

Para Mariano Rajoy, ya fajado en otros lances a dos frente a los socialistas Sánchez, Rubalcaba y Rodríguez Zapatero –la «niña» de aquel debate de 2008 ya es casi universitaria–, será su primera experiencia a cuatro en un formato que ya pasó con nota la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Se trata de salir indemne y, por qué no, hasta de revertir en beneficio propio el hecho de convertirse como referente del Gobierno en previsible objeto del «todos contra uno».

Sánchez es quien menos tiene que perder y más por ganar esta noche. Las encuestas con el CIS a la cabeza le arrumban al tercer puesto y la pérdida de la hegemonía de la izquierda. El líder socialista necesita más que nadie salir hoy de la Academia de Televisión habiendo dado un contundente giro de timón a su renqueante caminar hacia un desastre histórico. Ésta es la ocasión para sacar, si es que le queda, el último conejo de la chistera.

Iglesias ya sabe lo que es salir beneficiado de un debate a cuatro. El de diciembre en Atresmedia supuso el punto de inflexión que le catapultó del rincón de unas pésimas encuestas a subir cinco puntos y colocar su aliento en la nuca del PSOE. De momento queda su «tournée» televisiva vendiendo una faceta más humana y moderada y su leve traspiés en «Salvados» frente a un Albert Rivera, que también traerá la lección aprendida desde aquel de hace seis meses en el que echaba el freno de mano a una dinámica de la que se decía no tenía techo.

El debate de esta noche tiene como primer gran aliciente el comprobar la capacidad de los cuatro candidatos para movilizar, de un lado, a la parroquia propia que puede quedarse en casa el domingo 26 con un panorama que vaticina más que codazos por los restos en muy pocas provincias y, de otro, a esa amplia bolsa de indecisos que ponen de manifiesto todas las encuestas..., o tal vez no tan amplia cuando se repara en que muy frecuentemente se acaba confundiendo al indeciso con el mentirosillo o el farsante. Con demasiada asiduidad el voto no decidido lo que encierra en realidad es un voto oculto. Tal vez por ello la célebre frase antidemoscópica cobra ahora especial relevancia, ya saben: «Yo no digo ni en mi casa a quién voy a votar, y eso que vivo solo».