María José Navarro

Desaprender

Juan Fernando López Aguilar tendrá que declarar ante el Tribunal Supremo (por su condición de aforado) para defenderse de la acusaciones de malos tratos contra su ex mujer. Vaya por delante y como no podía ser de otra forma que habrá que esperar a lo que dictamine la justicia y será ella la que tendrá la última palabra sobre el caso. Sin embargo, alrededor de este asunto, se han producido y se siguen dando una serie de acontecimientos sorprendentes y que, también de manera lamentable, no ayudan en absoluto a erradicar ese problemón que tenemos y que se llama violencia de género. Llama la atención, por ejemplo, que López Aguilar se autodenomine «persona honorable e intachable» como si hubiera una clase de seres humanos que a base de repetir ese mantra tengan derecho a priori a estar fuera de toda investigación. También lo es el hecho de que el ex ministro de Justicia (tal y como le dijo ayer a Susanna Griso) crea que sólo sus aportaciones pueden ser tenidas en cuenta y no las expresadas por su ex mujer que, por cierto, ha venido a decir que ella jamás denunciaría al que fue su marido por una cuestión que tiene que ver más con la lealtad que con cualquier otra cosa. «Hubo maltrato, pero no violencia de género». Por si a alguien le quedaba alguna duda, otra más y de las esenciales. Pero el remate final lo ha venido a añadir la miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE Beatriz Talegón. Saltándose todas las exigencias a las que los demás parecemos obligados ya ha emitido su veredicto y considera el caso poco menos que una conspiración interestelar. Una pena que a pesar de todas las mujeres muertas hayamos aprendido tan poco.