Enrique López

Desde dentro y con orden

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Hace poco tiempo tenía la oportunidad de escribir sobre los apocalípticos del año 2012 y del fin del mundo. Advertía sobre la errónea lectura del calendario maya, donde algunos vaticinaron el fin el mundo precisamente en este último solsticio de invierno y ello sobre la base de algunas indicaciones temporales, que, con mayor o menor desarrollo, podemos encontrar en la cultura de los indios americanos hopis, el hinduismo y los antiguos chinos. Quiero recordar que la cultura Hopi nos aventuró que llegará un día en el nos encontraremos con la gran purificación, advirtiendo de los errores que se están cometiendo en los tiempos modernos, los cuales provocarán que el gran espíritu ordene la destrucción. El Apocalipsis adelantaba en la Biblia un caos comercial y luego político en las siete naciones antes de la llegada de la bestia. Nos hemos metido de lleno en el año 2013 y vemos que este proceso no ha hecho más que desplegarse y alcanzar a todo y a todos. Cuando llueve y llueve mucho, nos entristecemos, todo está gris, es incómodo salir, estamos deseando su final, pero no valoramos que el agua que cae es el que garantiza nuestra vida, nuestro porvenir, y sobre todo nuestra propia supervivencia; a veces no nos damos cuenta de que algo que parece un mal, algo insoportable, forma parte de nuestro propio futuro, nos está asegurando nada más y nada menos que seguir aquí. Pero este proceso de reflexion necesario en una vida personal y sobre todo en las propias sociedades, es un recorrido de purificación, esto es , un programa de desintoxicación que ayuda al individuo a deshacerse de los efectos nocivos de las toxinas que se almacenan en el cuerpo y crean una barrera bioquímica para el bienestar espiritual. Esto también ocurre en las sociedades, pero este proceso no puede hacerse sobre la base de acabar con todo lo instituido, porque por lo general esto aboca a las revoluciones, como la francesa, donde se pasa de la oligarquía de la nobleza, al mayor de los despotismos ilustrados, y al terror robespierano, y todo ello para regresar a un sistema similar al arrumbado, por más que se le cambie de nombre. Estamos en el momento de luchar desde dentro, al más estilo regeracionista de Costa, esto es, de cambiar las cosas desde el orden instituido, de purificar, y esto se debe hacer desde las instituciones. Nuestro sistema constitucional se basa en tres pilares básicos, la Corona en primer lugar, los partidos políticos artífices de nuestra Transición, y sobre todo nuestra ciudadanía. Seguimos contando con ellos, y sobre ellos tenemos que asentar nuestro proceso de purificación, que no de transición política como algunos auguran. España no es Italia y la historia nos lo demuestra, debemos de tener cuidado con los experimentos, porque aquí siempre han dado mal resultado. Decía en aquel artículo que el Apocalipsis no es más que una llamada a reflexionar, a mirar en nuestro interior, y el de nuestras sociedades, y analizar todo y lo mucho que estamos haciendo mal. Es como una última oportunidad de evolucionar hacia el bien, hacia lo positivo, hacia los verdaderos valores humanos, compartidos por todas las sanas creencias, y cambiar, y transformarnos y transformar nuestras sociedades hacia el bien. Advertía que este proceso debe ser un proceso global, y no sólo regional, y sobre todo para evitar la única solución que hasta ahora hemos encontrado a las crisis económicas mundiales: las grandes guerras. Una tercera guerra mundial, sería devastadora y casi apocalíptica, donde todas las imágenes descritas en el Apocalipsis bíblico o en cualquier otro, como la de los hopis, se convertirían en realidad –monstruos saliendo de los mares, grandes bolas de fuego en el cielo, serpientes de hierro ardiendo sobre la faz de la tierra–. En definitiva, todos y cada y uno de los ingenios militares que el hombre ha desarrollado. Por ello, estamos en un momento de cambio, un momento que los mayas, los hindús, los hopis y los viejos chinos vaticinaron, coincidiendo de una manera increíble en el actual marco temporal. Este proceso se vive a nivel global y a nivel local, pero si analizamos la historia, esto es lo que ha ocurrido siempre, el hombre está en constante evolución y cambio, y lo que para una generación es una locura, para otra es un medio de vida; pero en esta constante mudanza no podemos perder de vista una regla permanente, nuestro afán de purificarnos, y sobre todo de ser mejores. Si analizamos la historia este momento es el momento en el que menos corrupción existe y ello, porque cualquier tiempo pasado fue peor, y esto no debemos olvidarlo. Hagamos un reto intelectual y analicemos la historia, no encontraremos un momento de mayor transparencia que el actual, y éste será peor que el próximo. Es lo que nos queda y es lo que habrá.