Ely del Valle

Diluido

La Razón
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Por si teníamos alguna duda de por qué Izquierda Unida se ha convertido en un ente acuático inodoro, incoloro e insípido, Alberto Garzón ha tenido a bien disiparla con dos intervenciones memorables. La primera es la toma de medidas para reforzar la identidad de IU dentro de Podemos, una identidad vendida a cambio de un plato de lentejas que al final tampoco ha resultado tan nutritivo, porque a pesar de que la alianza con Iglesias ha supuesto un aumento en los ingresos de la coalición gracias a la ley de financiación de los partidos, la deuda de lo que queda de Izquierda Unida es de más de 8 millones de euros. Un pan con una tortas, vaya: Garzón ha conseguido diluir su formación para todo el mundo menos para sus acreedores.

La segunda razón para entender la caída en picado del sub-líder de Pablo y su equipo es su empeño en justificarse justificando lo injustificable, amparándose en clichés decimonónicos que se dan de bruces con lo que todos vemos y escuchamos sobre Venezuela. Esa incapacidad de reconocer que también entre los camaradas de ideología hay de todo, incluso tiranos; esa necesidad de proclamar que «los malos» son siempre los otros, en este caso «la derecha, golpista por naturaleza», aunque quien descerraja tiros a bocajarro contra veinteañeros sea «el bueno» en el guión de su película, es lo que le pierde.

El problema de Garzón, y por lo tanto de Izquierda Unida, es su nula evolución. Siguen anclados en el tiempo y en estereotipos simples tales como que la izquierda siempre es buena y la derecha patológicamente mala; como que pobre es sinónimo de bueno y rico de ladrón; como que es el Estado quien debe ocuparse de proveernos previa entrega del grueso de nuestro patrimonio en forma de impuestos. Así no va a ninguna parte, pero esta visto que su ceguera no se circunscribe sólo a Maduro. Ya ven qué cosas.