María José Navarro

Discreción

Bueno, pues ahí lo tienen, a la chita callando parece que el Papa ha logrado algo tan impensable como que los cubanos y los estadounidenses se pongan a hablar en vez de mirarse de reojillo murmurando entre dientes lo mal que les cae el vecino. Que tendrían que hablar en un momento dado era algo que parecía escrito en los tratados de política internacional, de geografía caribeña y de torcimiento de cigarros puros; que pase ahora es algo sorprendente, teniendo en cuenta que la sombra de Fidel sigue siendo alargada. ¿Qué ha podido ocurrir para que ocurriese lo inimaginable? Una no sabe mucho de política internacional y menos de relaciones entre revolucionarios barbudos, opositores enfadados y presidentes americanos con garbo al bailar lento, pero intuye que todo habría sido más complicado, si no imposible, sin la intervención de un hombre tranquilo y discreto vestido de blanco, con zapatos viejos y ganas de predicar con el ejemplo. El Papa, además, parece que ha actuado sin que se entere nadie, de forma discreta y eficaz, esto es, exactamente al contrario que el departamento de fichajes del Atleti, que vocea todo con anticipación suficiente como para que suba el precio del lateral derecho que ríase Vd de la luz, oiga. Si el Papa Francisco ha sido capaz de esto, una se pregunta dónde está su límite ¿Conseguirá suavizar la situación en Palestina? ¿Conseguirá que Venezuela sonría a Aznar? ¿Conseguirá que Lex Luthor invite a vino a Superman y que financie la operación de miopía a Clark Kent? Yo, la verdad, del Papa me creo cualquier cosa: ha sido capaz que servidora, del Atleti hasta la úlcera, admire a un hombre vestido de blanco.