Rosetta Forner

El hábito no hace al monje

Una cosa es la práctica de «algo», y otra muy diferente, la integridad y calidad humana de una persona, sus valores, su madurez, su equilibrio psicoemocional y espiritual. Suele confundirse la práctica de algo con la «incorporación» de los valores de esa técnica, religión o actividad. Hay mucho falso gurú: personas desequilibradas, algunas incluso sin escrúpulos, que se parapetan detrás de un «hábito» o técnica que les sirve para desviar la atención y que la gente se fije en otras cosas y no en sus comportamientos. Quizá sea éste el porqué no nos apercibimos de las múltiples señales que emite alguien con sus conductas. Todo lo que llevamos dentro (forma de pensar, valores, actitudes) lo comunicamos a través de las palabras, la voz y el lenguaje corporal. Si prestásemos atención, si supiésemos «decodificar esas señales», podríamos detectar muchos peligros. Las apariencias son demasiado poderosas: a alguien bien vestido y con buenos modales se le abre la puerta. Mientras que a alguien humilde se le cierran. Igual ocurre con las religiones y técnicas orientales: se ha decidido que son «espirituales». Y, por consiguiente, mejores que la religión católica y otras técnicas occidentales. Un practicante de artes marciales puede ser una buena o una mala persona, pues la técnica no mejora ni empeora su alma. Si una botella (persona) está sucia cuando se vierta agua (técnica) limpia en la misma, ésta se ensuciará. Recomendación: no deberíamos despistarnos nunca con el método. Como «coach», enseño a plantearse ante una situación o persona: «¿Hay algo que no cuadre?» Es el equivalente de «La Vida en Rosetta» para el tradicional «enséñame la patita por debajo de la puerta».