Selección Española

El milagro

La Razón
La RazónLa Razón

La Selección engancha. Julen Lopetegui ha recuperado al grupo que parecía agotado, bloqueado, como hastiado de ganar, hinchado de gloria e insulso. Lo ha revitalizado, mejorado y apuntalado con jóvenes de su absoluta confianza. No le han defraudado ni las bases ni el relevo. El fútbol de la Roja convence, atrae al aficionado, despierta envidia entre los rivales, y temor : Messi ha confesado en Moscú, porque ni en Barcelona ni por estos pagos habla, que preferiría no enfrentarse a los españoles hasta una hipotética final en el tablero ruso. El fútbol de la Selección agrada más que la camiseta, que tampoco es un horror, al contrario. Mantiene lo que nunca tuvo hasta que apareció Luis Aragonés, ese estilo ingenioso, grácil, posesivo, de toques infinitos, control absoluto y combinativo que Vicente del Bosque preservó, el etéreo diseño sobre el que Lopetegui ha basado la renovación.

No ha renunciado Julen al patrón que catapultó a España a la cima balompédica de Europa, en dos ocasiones, y del mundo. Cuando asombró. Prosigue con la labor de los dos antecesores y, una vez lograda con brillantez la clasificación para el Mundial de Rusia, sortea como puede los obstáculos que surgen alrededor de este equipo que procura aislarse del ruido para volver a encandilar. Por fortuna, el campo de minas está más allá del rectángulo de juego. Protege el incienso, aviva el fuego reparador y huye de las bombas de azufre que ya no proceden exclusivamente de las ocurrencias o la inoportunidad de Piqué.

Cuesta desconectarse de la realidad paralela desde el 22 de mayo, fecha en que Villar, con 112 votos de 129 emitidos, accedió a su octavo mandato. Luego estalló «Soule», el presidente electo ingresó en prisión, fue inhabilitado, liberado después, le repudiaron sus aliados territoriales, no dimite y Larrea le sustituye en funciones. Y sin embargo, la Selección funciona. ¿Verdad que parece un milagro?