Congreso de los Diputados

El pato patagónico

La Razón
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Alguna bancada parlamentaria debería presentar una proposición no de ley para que IU Podemos se autoconceda al menos un día de sesiones al mes de seriedad, solvencia y acciones útiles para los ciudadanos. Su comportamiento no se corresponde con el movimiento políticamente transversal que dice ser, sino con el de un añoso ascensor crujiente que eleva hacia arriba las ocurrencias de las bases, círculos, mareas, arcadas y vómitos que no son tan tontos ni irrespetuosos como parece estimar la vanguardia revolucionaria que se les ha encaramado a la chepa con mano de hierro. Las sesiones del Congreso no son las más seguidas por el común de las gentes, pero, como estos jóvenes peroran más por televisión que en el hemiciclo, se constituyen en el cura excesivo que desde el púlpito amenazaba inclemente a sus fieles con las penas infernales hasta que un feligrés se cansó: «Padre; si hay que ir al infierno, se va; pero no nos acojone». Martilleando hierro frío, proponen desde que la Banca pague sus propias deudas aun a quiebra del sistema financiero, a la criminal confusión entre cuidados paliativos y suicidio asistido. La alcaldesa de Madrid recoge detritus en vez de organizar la limpieza de la capital, la de Barcelona institucionaliza a los Okupa, el de Valencia mide los decibelios de las campanas y el de Zaragoza propone la milicia antimilitarista. Propuestas de usar y tirar, extraídas de un cajón de sastre, olvidando la renta universal de Varoufakis sobre Groenlandia, estimando que la libertad de expresión es el pubis de la Bernarda, que los etarras son gentes de paz, que las escuchas al Rey Juan Carlos son noticia, que el desabastecimiento venezolano se debe al aumento de los ricos, o que es cuestión de Estado el apercibimiento penal de la verborrea idiocia de un trans necesitado de mucha compasión. Que Iglesias retuerza la cortesía parlamentaria endosando a cualquier presidente una rastra de germanías de lenguaje carcelario o metalenguaje del fracaso escolar denota que imitando a los jabalíes de las Cortes republicanas queda en tabernario. «Coca Cola» ha de cumplir una sentencia del Supremo y se les ocurre boicotear el refresco en las Cámaras. ¿Y por qué no «Fanta» que es de los mismos? El pato patagónico se distingue por «una pisada, una cagada; otra pisada, otra cagada». Trabajen algo más y apiádense de los que tienen que pisar toda esa bosta intelectual de mercadillo.