María José Navarro

El «selfie»

El mundo, mis queridos niños, es una bola maravillosa repleta desafortunadamente de gente absurda pero que goza al mismo tiempo de una suerte extrema. El genial Antonio Fraguas «Forges» tiene la teoría de que a diario no pasan más cosas terribles no ya porque Dios no quiera sino porque existe lo que él llama el Efecto Chorra y que ese Efecto funciona de manera particular entre el españolito medio. Millones de secadores de pelo han tenido la oportunidad de caer a una bañera con una señora dentro, millones de cuadros de electricidad donde han acabado millones de manos inexpertas haciendo masa, millones de incendios caseros calentando la cera que bien pudieran haber terminado en tragedia y que gracias al Efecto Chorra apenas chamuscaron dos trapos de cocina. Pues bien, el Efecto Chorra está pasando unos días en Pamplona, como cada año por estas fechas.

Además de estar ya acostumbrado a tener que salvar la vida a corredores inexpertos, beodos, irresponsables y majaretas, el destino le ha puesto a prueba nuevamente enviándole a un tipo que con un par de narices se ha hecho un selfie en pleno encierro. La policía le busca para endiñarle tres mil euros de multa (insignificante para todo el peligro creado) y San Fermín, exhausto después de la montonera del año pasado, le busca para, periódico en mano, correrle a gorrazos y a capones hasta llegar a la linde del territorio foral. Cualquier día de estos el tío encargado de saber distinguir entre el cable rojo y el azul de una bomba nuclear, a punto de cortar el que nos salve o nos lleve por delante, sacará el móvil, se hará una foto y la mandará al chat de amigos «Pa habernos matao».