Iñaki Zaragüeta

El timo narrativo

L a historia personal de Rubalcaba lo deja al desnudo. Como nos sucede a todos. Por más que pretenda llamarse andana en la coalición con Bildu para desalojar a Yolanda Barcina de la Presidencia de Navarra, el secretario general del PSOE no puede borrar que era ministro del Interior cuando el peor presidente de la democracia española ordenó o aceptó entablar negociaciones con ETA. Estoy convencido de que, igual que hubo concesiones respecto a la legalización de coalición abertzale o beneficios a algún preso, el Viejo Reyno estaría en el núcleo del diálogo, porque el asunto de la anexión es un punto fijo en cualquier mesa que ETA se siente a hablar. Rubalcaba quiere ponerse de perfil en la moción de censura que su homólogo navarro, Roberto Jiménez, proyecta ejecutar en el Parlamento Foral y ensaya combates con ellas para salvar su imagen en el resto de España, cuestión que le va a ser difícil, si no imposible, a no ser que acompañe esos amagos gestuales con hechos. Si realmente discrepa de la operación, no tiene más que desautorizar a quienes van a llevarla cabo, incluso con la apertura de expediente si deciden desairar sus órdenes. Hasta hora, no parece ir por ese camino.

Una cosa está clara. Por más que el PSOE desee excusarse en que no quiere el acuerdo con Bildu para el asalto al Gobierno autonómico, nadie con la cabeza sobre los hombros le creemos, porque Rubalcaba y los suyos saben que los nacionalistas radicales son imprescindibles para realizarlo con éxito.

Ante semejante escenario, el PP y UPN harían bien en comenzar a programar un reencuentro político que garantice la identidad de Navarra y sus gentes.